La noticia de la pronta publicación de una nueva edición, la tercera en castellano, del tratado clásico de Tomás Moro “La agonía de Cristo”, escrito por el gran humanista inglés en latín en 1534 y publicado por primera vez en castellano en 1979, me ha llamado poderosamente la atención, pues leer es ya un capricho, y no hay mejor modo de hacerlo que volviendo a la literatura clásica y de la mano de uno de los mejores humanistas del siglo XVI, que supo conjugar buen gusto con una fe profunda.
Así pues, una magnífica obra que se sitúa a mitad de camino entre la exégesis culta del Nuevo Testamento y un comentario ascético espiritual para las generaciones futuras. No olvidemos que este trabajo es también un regalo personal y póstumo a sus amigos íntimos: Erasmo de Rotterdam, Luis Vives y tantos otros humanistas de su tiempo, que vivían en una interrelación cultural, imbuidos en la lectura de los clásicos, pues gozaban de poseer en primer lugar una fe común, también una lengua común el latín y, además, un latín renovado con la lectura de los clásicos en pleno renacimiento.
Eran tiempos agitados, tiempos recios decía Santa Teresa de Jesús, puesto que amar la verdad y defenderla podía acarrear la pena de muerte, el camino seguro al destierro, el deshonor y la traición a la Corona inglesa. De hecho, a Moro corresponder a la gracia martirial para seguir la conciencia recta que Dios le había otorgado, le llevó al patíbulo y solo al final, cuando se sabía lleno de esa gracia martirial, abrió la boca para expresar que, en conciencia, como cristiano, debía reconocer y obedecer al Santo Padre, como Padre y Pastor de la Iglesia universal, antes que a la autoridad eclesiástica del soberano temporal.
De modo similar el filósofo Boecio (477-524), al regresar de una legación diplomática ante el imperio en Bizancio, descubrió que había sido calumniado por sus enemigos y que el emperador le enviaba al destierro y allí debía esperar con paciencia la muerte. Entonces, como consuelo, escribió una obra llamada “La consolación de la filosofía”. Un texto clásico donde se reúnen los principales textos de la filosofía cristiana para prepararse para el camino hacia la eternidad y, a la vez, presentar ese camino hacia el cielo con lenguaje adecuado a sus amigos, tantos de ellos todavía paganos, motivo por el cual, no hay referencias explicitas a Jesucristo, pero sí implícitas a su mensaje de eterna salvación.
En cambio, Tomás Moro, el mártir de la conciencia, buscó el consuelo en la meditación de Jesús en el Huerto de los Olivos y en ella encontró la consolación y la gracia con la que alcanzó la santidad, la plena y perfecta posesión de Dios, en el martirio, y nosotros, los cristianos de todos los tiempos, tendremos para siempre un ejemplo de santidad y de vida y un intercesor en el cielo, para quienes sufran la persecución.
José Carlos Martín de la Hoz
Tomas Moro, La agonía de Cristo, edición de Álvaro Silva, ed. Rialp, Madrid 1981