En este breve tratado que vamos a comentar sobre antropología y, más en concreto de la vocación, se resaltará muchas veces que en el don incondicionado del propio yo, radica antropológicamente la caridad, el amor, la amistad y, por tanto, la relación personal fundante que es el amor y que se ha constituido en la clave de la felicidad.
Precisamente, el sacerdote operario diocesano y profesor de Teología, Juan Manuel Cabiedes lleva, desde su doctorado en teología y antropología cristiana por la Gregoriana de Roma, desarrollando una amplia investigación en temas como la ontología de la donación.
Así pues, el trabajo que ahora nos ofrece es una síntesis de estudios muy detenidos acerca de la filosofía cristiana del amor y es lógico, pues la esencia, el mandamiento nuevo, la clave del cristianismo, es la caridad, como recordó Benedicto XVI en su primera Encíclica: “Deus caritas est” (Roma 25.12.2005).
Enseguida, nuestro autor afirmará que “la recomendación del evangelio de san Mateo sería la mejor síntesis de esa necesaria invisibilidad del don para que fuese tal: «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en lo escondido» (Mt 6,3-4)”.
Se trata verdaderamente de una donación de uno mismo tan incondicionada, tan humilde, tan generosa, como la de un amigo tan invisible, que realmente nos hace considerar el profesor Cabiedas que sólo Dios puede amar de esa manera tan profunda, sincera y anónima.
Quizás por ese motivo, Jesucristo en su predicación alude al “como yo os he amado” (Io 13, 34), de modo que parece claro que en la caridad cristiana tiene como modelo al mismo Dios hecho hombre: “En Jesucristo encuentra el hombre el camino efectivamente practicable para el acceso a la plenitud de su ser personal bajo la forma de llamada a acoger la Persona del Espíritu Santo, cuya compañía permite al hombre disponer de su existencia -en fe, esperanza y caridad- como proyecto filial, in via, hacia la consumación de la vida de gracia en la vida de gloria (cfr. Rom 8, 14-17)” (167).
Páginas después, añadirá otro de los elementos de la verdadera donación y de la alteridad: “Dios no se presenta como un poder omnímodo que impone su voluntad. Israel tiene continuamente conciencia, y hace experiencia, de que su elección divina no significa constricción, sino correspondencia amorosa. Al elegir a Israel como pueblo de su propiedad, Dios hace un ejercicio de continua comprensión, compañía, misericordia y bondad” (169).
En efecto, sólo la libertad puede hacer que nuestras obras estén hechas por amor y, por tanto, con alegría, con el gozo de servir a Dios y a los demás con alegría, sin voluntarismos, no exageraciones ni restricciones.
José Carlos Martín de la Hoz
Juan Manuel Cabiedes, Antropología de la vocación cristiana. De persona a persona, ediciones Sígueme, Salamanca 2019, 265 pp.