Debajo de un río que corre en una dirección precisa hacia su desembocadura, hay siempre otro río subterráneo que es el que realmente lleva el caudal importante de agua y que habitualmente irá inundando las capas freáticas de los terrenos que atraviesa y de los circundantes y, finalmente, desembocará también el mar.
Del mismo modo sucede en la vida de los hombres, pues debajo de la vida aparentemente externa de las personas; de sus éxitos y de sus fracasos, existe una verdadera vida interior, que a veces actuará como un manantial, otras veces aparecerá como un cauce seco y muchas veces, actuará como la desembocadura de un rio: con un cauce ancho, manso y seguro.
Precisamente, el profesor Alberto Torresani, docente en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, en su magnífico tratado acerca de la historia de los papas del siglo veinte, detiene su extensa narración del desarrollo de los acontecimientos y, después de haber tratado del pontificado del papa Pío XII (1939.1956), se extienda para hablar del Opus Dei (pp.74-76).
Es interesante que Torresani presente la figura del Opus Dei en fecha tan cercana al origen fundacional (dos de octubre de 1928), pues desea recordar que los movimientos del Espíritu Santo muchas veces son tan profundos, tan de raíz, tan hondos que los hombres y mujeres contemporáneos pueden no darse cuenta de lo que está pasando y no descubrirlo: Torresani hacer notar que en la vida de los pontífices, en la vida de las diócesis, de las comunidades parroquiales, de los cristianos corrientes, a veces no descubrimos las aguas subterráneas del Espíritu Santo y su conmovedora obra de santidad y de transformación.
Lo primero que recuerda nuestro autor son las palabras del fundador del Opus Dei cuando recordaba que con la fundación de la Obra “se habían abierto los caminos divinos de la tierra” (74), para enseguida recordar que ese espíritu no fue una invención suya sino un don del Espíritu Santo, y por eso san Josemaría se esforzará, poniendo en juego la fortaleza y la formación jurídica y canónica para defender y difundir ese carisma “en espera que maduraran los tiempos en grado de acogerlo”, pues de hecho, en 1946, en las Congregaciones romanas de la Santa Sede llegaron a decirle que había llegado con un siglo de anticipación (75).
Se detiene nuestro autor a explicar lo difícil que podía resultar la llamada a la santidad en medio del mundo a través del trabajo profesional predicada por san Josemaría como un impulso divino, en un tiempo en el que parecía que la santidad estaba reservada para algunos privilegiados y que, además, parecía poseer como condición previa la fuga del mundo, “el abandono de la familia y de la actividad profesional”. Finalmente, recuerda también nuestro autor la cuestión jurídica que pedía “solicitar al obispo local la facultad de comenzar el experimento práctico y después evaluar si la iniciativa podía extenderse a otras diócesis y al mundo entero”. Así concluye: “No parece que Pío XI hubiera tenido noticia del Opus Dei, cosa que sucede en los tiempos de Pío XII” (76).
José Carlos Martín de la Hoz
Alberto Torresani, Storia dei papi del novecento. Da Leone XIII a Papa Francesco, ed. Ares, Milano 2019, 301 pp.