En el interesante ensayo del profesor Wolfram Eilenberger acerca de la filosofía alemana en la década filosófica 1919 a 1929, denominado tiempo de magos, es decir, un trabajo ambientado en el periodo entre guerras y en la fecunda cultura germana, se exponen magistralmente las doctrinas y los perfiles de cuatro grandes pensadores del momento.
Hay una cuestión de fondo que está como en la trama de todo el libro, de esta gran investí, del thriller filosófico como ha sido denominado, y que hará apasionante la lectura del comienzo al final, me refiere a la cuestión de la libertad.
En efecto el editor y pensador Eilenberger se detiene especialmente en la figura de Martin Heidegger, puesto que el ejemplo es el más claro de los cuatro. Pero antes de abordar al pensador, se plantea cómo ha resuelto el propio Heidegger la cuestión previa de la libertad.
El caso de Heidegger es obvio pues como todo el mundo sabe, se sentía llamado a algo importante, que el mismo denominaba de esta manera en una carta a su mujer: “una gran misión supratemporal siempre hace necesario condenarse a la soledad, y es esencial que los demás no sepan nada de ella”.
Enseguida, el propio Eilenberger comentará esa carta de modo contundente y definitivo, pues sin este dato no se entiende ni la persona ni su pensamiento: “la imagen romántica del gran solitario sentenciado por el destino a resolver un problema sobrehumano, que solo se le ha planteado a él y que, en consecuencia, jamás será comprendido: el genio social. Esta es la idea que Heidegger tiene de sí mismo. Y que mantendrá durante toda su vida” (88).
Ahora, podemos volver atrás y, así, poder entender lo que nos decía el autor de este trabajo cuando delineaba la figura del metafísico alemán de una manera muy gráfica y expresiva: “desea permanecer abierto a los grandes momentos, a las verdaderas ocasiones para el conocimiento, y vivir el resto de su existencia, por así decirlo, fiel a esas grandes ocasiones. Para esta fidelidad -la única que le interesa en su existencia- debe ser ante todo una cosa: libre. En el pensamiento. En la acción. En el amor. Por eso, en la primavera de 1919 empezó a romper definitivamente sus cadenas: los sistemas del catolicismo, de los padres, de su matrimonio y, bien pensado, también el sistema de la fenomenología de Husserl” (65).
Es muy interesante esta aparente opción por la libertad para ser libre y abierto a la Luz del conocimiento, pues precisamente lo que muestra Santo Tomas en la Suma Teológica cuando se plantea el problema De Dios y del conocimiento De Dios, es justo lo contrario liberarse de sí mismo, de su yo, para poder humildemente agradecer y recibir la gracia de la verdad. Los compromisos sí son de amor, si son con Dios dan alas y abren el alma para apreciar los universales.
Precisamente el maestro Eckhart cuando habla del descubrimiento de la verdad De Dios lo denomina de una manera maravillosa: el fruto de la nada. Cuando él hombre nada para sí es todo para Dios. Solo hay un camino para amar: darse.
José Carlos Martín de la Hoz
Wolfram Eilenberger, Tiempo de magos. La gran década de la filosofía (1919-1929), ediciones Taurus, Madrid 2019, 383 pp.