Uno de los temas recurrentes en la filosofía actual y que es objeto de estudio y atención en la reciente reedición del primer trabajo del importante filósofo español y catedrático de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Eugenio Trias Sagnier (1942-2013), publicado por primera vez en 1969 y titulado “La filosofía y su sombra”, es la cuestión de la desaparición del estudio de la metafísica.
Esto era así en el final del siglo XX y sigue sucediendo en la actualidad, por lo que merece la pena detenerse en los comentarios al respecto del profesor Trias, cuando se plantea qué sentido tenía no solo el olvido sino la supresión del estatuto filosófico de material tan esencial.
Leamos sus propias palabras para centrar la cuestión: “hoy día llamamos metafísica a cualquier forma de trasgredir nuestro código de saber. Decimos que el discurso metafísico carece de sentido porque sus símbolos son ambiguos y sus enunciados incoherentes o porque carecen de base empírica. Hoy día llamamos metafísica a todos aquellos saberes a los que denegamos este nombre” (94).
Es interesante, cómo mediante argumentos tan superficiales, sin verdadero estudio ni profundización, se puede eliminar la base sobre la que durante siglos se ha razonado filosóficamente.
Por eso, es interesante detenerse en los argumentos que se esgrimen, a veces tan simples y desafortunados, en materia de tanta importancia: “La metafísica, decimos, está superada. Y no nos damos cuenta de que la estamos salvaguardando y manteniendo en existencia. La necesitamos. Sin metafísica ¿cómo poder demarcar el discurso científico? ¿Cómo señalar o dejar caer el signo de cientificidad sobre ciertos saberes? Solo merced a ese marco de referencia que constituye la metafísica podemos consumar esa operación ritual. La metafísica es el invisible que permite lo visible: que aparezca cierto signo sobre ciertos discursos, cierto nombre, que a esos discursos se les pueda llamar saberes” (94-95). De hecho, un poco más adelante, se referirá al problema con una nomenclatura sorprendente: escisión entre filosofía ingenua y filosofía refinada. Es más, parece que existiera una prohibición de caminar por determinadas sendas, lo que no tiene sentido en el libre quehacer del pensamiento (107).
Es interesante que nuestro autor (machismos indirectos aparte) se refiera a la práctica de la apertura cultural y social entre los diversos grupos familiares, tribales, de la antigüedad, para buscar fundamentar alianzas matrimoniales, lo que indudablemente iba a favor del enriquecimiento mutuo (108).
Esta parábola la aplica al dialogo filosófico y al estudio de la metafísica como a cualquiera de las facetas del saber y, por tanto, de la profundización del discurso filosófico, pues no es tanto la relación entre el ser y el no ser como las referencias más hondas de los primeros principios del razonamiento filosófico.
José Carlos Martín de la Hoz
Eugenio Trias Sagnier, La filosofía y su sombra, ediciones Galaxia Gutenberg, Barcelona 2019, 228 pp.