Parecía obligatorio ir al Palacio da Pena, en Sintra, cerca de Lisboa. Me interesé por saber el significado del nombre, pero no lo he conseguido. Pensé que podría ser una pronunciación de Peña, porque el palacio está sobre un lugar elevado, pero parece que no es el caso.
Todas las acepciones de la pena en el diccionario son negativas. Si uno tiene una gran pena entendemos que está muy triste. Esa pena suele provenir de algún acontecimiento luctuoso o preocupante. A veces es una adversidad muy personal, más o menos grave. Una madre sufre si ve al hijo enfermo, tiene una pena. También tiene un sentido de dificultad, ante las cosas complicadas que nos encontramos con frecuencia, como puede ser un trabajo especialmente duro, penoso. Se entiende como una carga que desearía quitarse de encima. También una carga que una persona tiene que padecer de por vida.
Pero hay otra acepción bien distinta: la pena impuesta por el juez al delincuente, propia del Derecho penal. ¿Hay una relación entre unas y otras penas? En principio parece que es lo mismo, puesto que el culpable en juicio debe cargar con la pena. Sin embargo, los penalistas advierten de que la pena es un correctivo, por lo tanto, tiene como finalidad corregir.
Está de moda una novela de Amor Towles, “Un caballero en Moscú”. Un aristócrata ruso, en el comienzo de la Revolución marxista, es apresado y condenado simplemente por motivos políticos. En principio, pena de muerte. Gracias a un escrito del condenado, el conde Rostov, protagonista de la historia, alabando la revolución, se le conmuta la pena por una prisión de por vida en el hotel donde había pasado los últimos cuatro años, en Moscú.
Es difícil considerar que esa pena sea un correctivo, pues solo hay un motivo político, muy dudoso. Para el conde supone una pena, una reclusión, dura. Es un castigo que no tiene valor de ayuda a un cambio. Un castigo muy difícil de llevar, pues, aunque viva en un hotel de lujo, la falta de libertad para salir de aquel lugar es penosa. Por lo tanto, el significado de la palabra pena en este caso, sería similar al de quien tiene un peso importante en su vida.
Pero hablamos también de pena al referirnos al infierno y al purgatorio. Y aquí la diferencia es importante. De entrada, se me ocurre que no se puede hablar de las penas del infierno, al menos en el mismo sentido que las del purgatorio. Las penas del purgatorio no son castigos. Es la tristeza por haber ofendido a Dios. Tampoco es un correctivo como en el derecho penal. En el purgatorio no hay corrección cara a mejorar la vida, pues ya se está en la puerta de la eternidad.
Es una pena purgativa: me da pena haber hecho tantas cosas mal. Es un dolor equiparable al que tiene un hijo si ha ofendido a su madre. La pena del purgatorio no es castigo, es dolor de amor. Cuando el alma se encuentra con Jesucristo en el Juicio, es totalmente consciente de la gravedad de sus pecados, aunque el arrepentimiento le permita entrar en la eternidad.
En el infierno no hay pena ninguna. El condenado no siente pena por sus pecados, y por eso está allí. Solo existe la tristeza inmensa del egoísmo reafirmado para la eternidad.
Por lo tanto, hay una pena buena, en contra de lo que digan todas las acepciones del diccionario, pues la de purgatorio es una pena lógica, que nos hace sufrir y nos purifica.
Ángel Cabrero Ugarte
Amor Towles, Un caballero en Moscú, Salamandra 2018