En la última obra del profesor Oliver Sacks (1933-2015), un importante neurólogo neoyorkino, que fue publicada poco tiempo antes de fallecer y que ha sido editado en castellano en estos días por Anagrama, se dedica precisamente un capítulo a esta cuestión y con este mismo título; el río de la conciencia.
El trabajo, conviene adelantarlo, es una compilación de estudios y de publicaciones dispersas en diversos lugares, con una idea común que serían los descubrimientos del profesor como fruto de muchos años de laboriosa investigación y también recopilaciones de otros.
Precisamente en el capítulo que dedica a la conciencia, lo llama con el título general del libro: “El rio de la conciencia”, pues lo sitúa como el más emblemático de todos los que ha recopilado para la ocasión.
En él, comienza hablando Sacks del problema del tiempo, “un río que nos arrebata” (153), en el que nos movemos, actuamos, donde se desarrollan nuestras percepciones, sentimientos e intelecciones.
Inmediatamente, recurre a David Hume, el famoso empirista inglés, para hablarnos del tiempo como colección de momentos discretos; “un fajo o colección de percepciones distintas”. Si hubiera acudido a Aristóteles habría anotado “el tiempo como la medida del movimiento”.
Enseguida pone su mirada sobre la segunda parte del título del libro, la cuestión de la conciencia, y lo hace con una cita de William James, en sus principios de psicología de 1890, para hablarnos de la conciencia, “para el que la tenga”.
El resumen es breve, pues la describe como un “algo continuo, sin ninguna brecha, ruptura o división”, hasta hablar de un “flujo de conciencia” (154). De ahí pasará a citar al francés Henri Bergson, con una larga la cita tomada de la famosa obra del francés titulada “la evolución creadora” (1907), que resume poniendo como ejemplo la cinematografía (155).
Es interesante que nuestro autor, para continuar su disertación, no acude a la cita clásica del pensamiento de Santo Tomás de Aquino, para recordar la definición clásica de conciencia como “el juicio del entendimiento práctico, que dictamina a partir de la ciencia moral de la bondad o malicia de los actos humanos”. En cambio, continuará largamente su disertación continuando con el capítulo anterior de su obra, que lo había dedicado a la migraña y se preguntará clínicamente si en esa enfermedad y en el ictus cerebral, se puede hablar de una verdadera interrupción o pérdida de la conciencia del enfermo (161). Finalmente, dedicará el final del capítulo a tratar sobre la velocidad del cerebro y de la vista para captar el movimiento de las ruedas, las aspas, etc., para volver a pensar en el “flujo de la conciencia” (165) y su relación con conceptos que denomina “modelación neuronal” y la “base neuronal” de la conciencia” (pp. 167-174).
José Carlos Martín de la Hoz
Oliver Sacks, El río de la conciencia, ediciones Anagrama, Barcelona, 2019, 224 pp.