Es reciente una novela de autor italiano situada en el norte de Italia, el Tirol, que al principio de la historia era Austria y al final, después de la guerra es Italia. Se plantea la problemática, con tintes históricos, de la construcción de una gran presa en uno de los valles de aquella hermosa montaña. Para los lugareños, que viven del ganado y las tierras labradas, el pantano es un desastre. A parte de que, según se va avanzando, se advierte la probabilidad de que la aldea quede sumergida.
Eric, esposo de la protagonista relatora en primera persona, está dispuesto a hacer lo que sea para que el proyecto, que ve crecer poco a poco, no llegue a ser una realidad. Y se apoya sobre todo en el párroco. Busca apoyos en las gentes del lugar que ven poca solución, pero el párroco acude al obispo, que hace una visita al lugar, mostrando gran preocupación, sin ver mucha solución. La tozudez de Eric y del párroco consigue algo impensable: que les reciba el Papa.
En fin, lo de menos es como transcurre la historia. Lo que llama la atención es ese clericalismo presente en aquellos lugares, bastante similar al que había en España en esas mismas épocas. Apoyarse en el sacerdote era un recurso fácil, entre otras cosas porque el cura, con afán de protagonismo, accedía. En muchos ambientes, ahora esto es ya anacrónico. Y sin embargo todavía se acude a veces al sacerdote como salvador de lo imposible.
Pero el sacerdote solo salva en la medida en que reza. El Cardenal Sarah, que ha tenido gran éxito con sus dos primeros libros, ha publicado recientemente un tercer libro con tintes de gran preocupación por las cosas que ocurren dentro de la Iglesia y en sociedad que nos rodea. Se atreve en este libro con denuncias que no salen nunca de la pluma de personas cristianas. Hay mucha gente empeñada en criticar a los sacerdotes, pero es por motivos totalmente contrarios a la fe. Desde fuera de la Iglesia.
Lo que no suele ocurrir es que un sacerdote, un obispo, un cardenal, tenga la valentía de exponer las problemáticas eclesiales actuales. El cardenal Sarah advierte, porque le preocupa el planteamiento vital de muchos sacerdotes, muy dispuestos a acudir a solucionar problemas materiales, pero a quienes se ve muy poco rezando. Vamos, es que “no tienen tiempo para rezar”, porque hay muchas actividades en la parroquia, muchos líos que organizar.
Aunque lo peor es cuando les da por meterse en la política. Parece claro que los sacerdotes no deben hacer ninguna declaración política. Tampoco los obispos. Tampoco la Conferencia Episcopal. Digan lo que digan se lo van a interpretar mal. Y nunca se puede olvidar que cuando se ponen de un lado, se sitúan contra el otro. En la historia de los italianos del Tirol el párroco no es capaz de darse cuenta de que se está poniendo en contra de unas cuestiones que hoy nadie discutiría, la importancia de los embalses para tantas cosas buenas.
Es lo que hay que aprender. El clero no puede estar en ningún bando, ni con ricos ni con pobres, ni con nacionalista ni con españolistas, ni con independentistas ni con centralistas. Está con todos. Lo demás es poner a la Iglesia en un brete de odios y rechazos.
Ángel Cabrero Ugarte
Cardenal Robert Sarah, Se hace tarde y anochece, Palabra 2019
Marco Balzano, Me quedo aquí, Duomo 2019