Dentro de escasas semanas, el cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890), será solemnemente canonizado por el papa Francisco en una conmovedora ceremonia en la plaza de san Pedro que reunirá, sin duda, a todos los grandes intelectuales católicos, anglicanos y creyentes del mundo entero.
Será, por tanto, un gran acontecimiento mundial en el que el Santo Padre, de un modo solemne y oficial, inscriba a este beato en el catálogo de los santos y lo proponga como un nuevo modelo e intercesor universal para la totalidad del pueblo de Dios y, de alguna manera, canonice también, su itinerario espiritual y vital, como referente para el mundo intelectual.
De hecho, cuando el papa Benedicto XVI, en una de las escasas ocasiones que en su corto pontificado viajó fuera del Vaticano, no dudó en hacerlo, en viaje de Estado, al Reino Unido para solemnemente beatificar al cardenal inglés en una ceremonia celebrada en septiembre del 2010 y, de ese modo, recordar al mundo que el camino intelectual y vital de Newman, que había sido reafirmado con la elección para el cardenalato por el papa León XIII en 1879, venía ahora a ser confirmado como un camino, no solo intelectual, sino también como camino de santidad.
Es muy interesante que el papa Francisco, con ocasión de la canonización vuelva a recordar a los intelectuales del mundo entero, que han de tomar ejemplo del coraje del ahora beato Newman para estudiar las relaciones fe y razón y aplicarlas a la cultura occidental en estos años de la globalización del planeta.
El profesor Casimiro Jiménez Mejía, doctor en Ecología por la universidad de Alcalá de Henares y en Sagrada Teología por la Universidad de Navarra, precisamente con una extensa investigación sobre Newman, ha publicado ahora para el gran público un breve pero intenso trabajo que recoge las grandes líneas de la vida, escritos y predicación del nuevo santo inglés.
Precisamente, el hilo conductor del profesor Jiménez podría resumirse en la conversión continua del beato Newman para realizar en cada momento la misión recibida de Dios, que fue exigiendo de él abandonar determinadas situaciones, planes y proyectos, para desarrollar tareas que a Dios le fue pareciendo, en su particular providencia más adecuadas que otras. Desde su conversión que le llevó al sacerdocio o su entrada en la Iglesia católica, siempre lo hizo gustosamente como una verdadera misión que Dios le pedía (33, 91). Así mismo, encajó las dificultades que surgieron y que impidieron proyectos de altura después de su conversión ((70, 80).
En definitiva, las contrariedades, las críticas tanto por parte de pastores e intelectuales anglicanos, como de algunos católicos, que le dolieron aún más, (82, 85, 91), fueron como una demostración del per aspera ad astra con el que Dios le colmó al nombrarle cardenal y disipar las dudas sobre su alto servicio a la Iglesia y a la verdad
José Carlos Martín de la Hoz
Jiménez Mejía, Casimiro. John Henry Newman: conversión y providencia, ediciones Digital reasons, Madrid 2019, 135 pp.