En este año 2020 comienza a celebrarse en muchos países de hispano américa la emancipación de la metrópoli o la independencia de España de aquellos vastos territorios americanos que, indudablemente, tanto por formación, como por mentalidad, formaban con Castilla un único reino bajo una sola corona.
Todavía recuerdo haber oído narrar a mi maestro, el profesor Castañeda, como en una pequeña población mexicana, en la recepción oficial del Simposio, había salido al encuentro de los participantes de un congreso de historiadores, el alcalde de la localidad, un indio acendrado con su bastón de mando y su traje de fiesta, que para darles el saludo de rigor y para comenzar se inició por preguntar por la salud de sus altezas los reyes de Castilla.
En ese sentido es muy interesante y conviene leer la obra de la historiadora María Saavedra Inaraja, profesora del CEU-San Pablo de Madrid, que ha logrado recoger, en su trabajo reciente sobre indigenismo y evangelización, un completo trabajo que asienta sólidamente las bases profundas del desarrollo de la fe y de la cultura y la política a aquellas tierras.
Si América es lo que es, como conjunto de países civilizados y desarrollados lo es por el influjo de la fe, de la cultura, del derecho, de la literatura, del arte y de los derechos humanos, todo lo cual procede de un estado de derecho y de una cultura que se hizo vida y produjo tantos abundantes y constantes frutos maravillosos en ambos los del Atlántico.
Respecto a la Iglesia la corona española se involucró en primer lugar en la evangelización en aquellas tierras y sostuvo al clero religioso y secular para que pudiera evangelizar a fondo a millones de indios, velar por sus derechos y para construir esas catedrales, parroquias, ermitas y campanarios que son una joya del arte colonial, con escuelas propias.
La tarea ingente de la unidad de la Iglesia y del estado se vio favorecida por los sínodos diocesanos, por las cuentas que las autoridades tanto civiles como religiosas debían de dar al consejo de Indias, donde la autoridad civil estaba empeñada en obedecer a la donación de Alejandro VI.
Conviene releer este trabajo y recomendarlo pues ayuda a superar las leyendas negras y falsedades sin límite que se han difundido en estos años, con el único objeto de denigrar a la Iglesia Católica y favorecer la desunión de aquellos pueblos con la ruptura de la unidad de la fe.
Es interesante que nunca huno un nuncio de su santidad en América, pues ya lo había en la capital del Reino. Ni se hubiera entendido, ni España lo habría consentido, pues no había fronteras en el Atlántico. Que las haya ahora por ser estados independientes, puede ser una simple manera de organizar una sociedad global.
José Carlos Martín de la Hoz
María Saavedra Inaraja, Indigenismo y evangelización. La primera expansión del cristianismo en América, ediciones Digital Reasons, Madrid 2016, 250 pp.