Cristianismo personal

 

Dentro de los muchos aspectos teológicos y filosóficos que aborda en su autobiografía el profesor Lluís Duch (1936-2018), denominada, “Salida del laberinto”, hay una cuestión que vale la pena detenerse y es en el tratamiento del cristianismo como plenitud de la revelación, pues aunque no sea una obra teológica dedicada a la cuestión sino solamente una exposición de libros y problemas teológicos que el autor se ha planteado a lo largo de su dilatada carrera intelectual, si conviene resaltarla de un modo más claro puesto que estamos hablando del recuerdo de  un teólogo creyente. De hecho, el autor reconoce haber tomado la decisión de dedicarse por completo al estudio de la religión, o quizás mejor, del hecho religioso, precisamente en donde nos va la vida eterna y el anticipo de la misma, que es la propia existencia del cristiano, en el encuentro con Cristo del pan y la palabra: una fe revelada por el mismo Jesucristo para vivirla con Él.

En el desarrollo histórico que realiza del siglo XVI hacia la modernidad afirma que: “en occidente, al menos hasta el siglo XVI, la religión era sobre todo un asunto grupal, que tenía casi siempre el nosotros como sujeto. A partir de este siglo, coincidiendo curiosamente con el nacimiento y la progresiva imposición del Estado moderno, la religión, sobre todo en los territorios que adoptaron un tipo u otro de Reforma protestante, empezó a convertirse en un asunto del individuo (cuestión del libre examen y de la interpretación personal de la Biblia con un auge creciente de la producción de libros y, consecuentemente, de la lectura individual no solo de los escritos bíblicos, sino de todo tipo de lecturas), y se inició entonces lo que algunos han interpretado como un proceso de privatización de la religión“ (143).

Evidentemente, el autor ha establecido una afirmación muy genérica y superficial que, por eso mismo, no debería ser tomada en serio, pero puesto que se está refiriendo al periodo de la mística del siglo de Oro en España y es un benedictino el que la hace y la redacta en uno de los lugares de la Reforma que es Monserrat no puede dejarse pasar sin un breve comentario. Efectivamente, la mayoría del pueblo cristiano del siglo XVI, en tierras de Cataluña como en tierras de Baviera, podrían vivir en una gran ignorancia y eran pastoreados por clérigos indignos, pero también los documentos históricos demuestran la vida sacramental y la fe que mostraban en ella. Es verdad que había “mentiras sacerdotales” (144), pero también mística, santidad personal.

El autor ha despreciado la invitación a la oración mística personal con Jesucristo que trae consigo el cristianismo y, por supuesto, la reforma propiciada por Cisneros de las ordenes, del clero y de la teología, que empezó en el siglo XV y eclosionó después de Trento. Precisamente, Nicolás de Cusa en su Alcorán, les presenta a los turcos a Cristo vivo para que crean en Él (148). Termina este capítulo el autor afirmando que “en la modernidad, la religión es cada vez menos un destino y cada vez más una elección” (153): exacto, la invitación que Jesucristo nos hace a cada uno a la oración.

José Carlos Martín de la Hoz

Lluís Duch, Salida del laberinto. Una trayectoria intelectual, editorial Fragmenta, Barcelona 2020, 220 pp.