El escritor y novelista español Pablo d’Ors, desde hace ya unos años, está publicando en Galaxia Gutenberg la continuación de su obra completa, plena de interesante literatura novelada y, a la vez, está publicando, en la misma editorial, otros trabajos ya editados, agotados, eso sí retocados con nueva pluma.
Precisamente, este es el caso de la pequeña narración que hoy deseamos reseñar. Se trata de algunas anotaciones del diario de una médico que había muerto de un cáncer de mama en muy pocos meses en 1999, en un hospital madrileño. El autor del libro era entonces capellán del centro y, además de atenderla espiritualmente, se había comprometido con ella a convertir aquellas notas en una narración, a modo de testimonio, de la preparación de la doctora para el salto a la eternidad.
En realidad, el libro termina por reflejar solamente un segmento de la vida de una mujer, a la que el autor califica con todas las letras de santa de la naturalidad (23), puesto que al abrir el corazón de la enferma aparece claramente cómo era ella antes y lo feliz que debe estar en el cielo, puesto que la unidad con Cristo es el hilo conductor de aquella vid. Un tránsito que, como dice el autor, “según se iba apagando misteriosamente nos iluminaba a todos” (34).
El libro no esconde que es una vida y un camino de sufrimiento, que África Sendino recorre con elegancia y amor. En realdad está identificada con Jesucristo, como marcaba la estampa de la Anunciación de Fra Angélico que tenía en la habitación del Hospital y que le recordaba las palabras de la Virgen, que fueron el lema de toda la vida: fiat: “Hágase en mí según tu palabra”.
Es impresionante recordar las palabras de san Juan Pablo II en su Exhortación apostólica “Salvifici doloris”, publicada en 1984, donde el Pontífice señalaba que el “sufrimiento humano es muchas veces una vocación”, una invitación, a unirse con la cruz de Cristo y convertirlo en la cruz salvadora.
Parece como si la Doctora Sendino se hubiera inspirado en esas palabras, pues las convirtió en vida, de hecho afirma el autor: “Porque Dios no nos ofrece la enfermedad como castigo, sino como un camino” (52). De hecho, confiando en la gracia de Dios había asumido “la noticia de su inminente fallecimiento, de su posibilidad, con coraje y elegancia” (47).
En cualquier caso, el sacerdote señalaba: “tenía la que es para mí la virtud humana por excelencia: el deseo de crecer. Me impresionaba mucho que quisiera seguir creciendo en medio de tanta pérdida” (81).
Los últimos días de la enfermedad, nos cuenta el autor, pasaron rápidos pues Dios había creado alrededor de la enferma un clima de especial cariño y paz: “aquel cuarto respiraba una atmosfera sagrada. No olía a Iglesia (es decir a incienso y cera), sino a santidad, y la santidad es -al menos tal y como yo la vi en ella- elegante y discreta, tierna y firme, silenciosa, humilde, necesaria…” (78).
José Carlos Martín de la Hoz
Pablo d’Ors, Sendino se muere, ediciones Galaxia Gutenberg, Barcelona 2020, 101 pp.