Solo Dios puede salvarnos

 

Hay libros de esos que están en la estantería de nuestra habitación, de los que ojeamos periódicamente, que merecen la pena ser releídos aprovechando estos días de la pandemia, donde tan largas pueden llegar a hacerse las horas del día y donde siempre estamos necesitados de nuevas ideas para meditar, pensar, anotar, relacionar y profundizar.

Uno de esos libros es, sin duda, el análisis del tiempo que vivimos en la Iglesia universal realizado por el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación del Culto Divino, uno de los cardenales de curia más cercanos intelectual y espiritualmente al papa Francisco.

Precisamente, en las primeras páginas del libro nos recuerda el cardenal Sarah algo tan importante como la posibilidad real de la tibieza y de la falta de fidelidad tanto personal como de la cultura y de la teología contemporánea, que pueden incluso inconscientemente traicionar a Jesucristo y alejarse de la verdad.

Como hemos comprobado estos días, donde hemos tenido que prescindir de muchas cosas, de gestiones, de estar con determinadas personas, e incluso abandonar por confinamiento determinados gustos y aficiones, es muy fácil apegarse a cosas y personas y hacer depender los estados anímicos de respuestas afectivas, soluciones profesionales o autosatisfacción personal por logros profesionales adquiridos. Es interesante la luz para el examen que aporta el cardenal Sarah, a los hombres que no viven pendientes de Dios: “Son como ríos inmensos privados de cualquier fuente que alimente su vida” (25).

La solución que propone el cardenal para nuestro tiempo es invitar al hombre a contemplar la belleza de la creación, a abrir la Escritura y mirar al sagrario: “Por arduo y difícil que sea conocer a Dios y establecer con Él una relación personal e íntima, siempre podemos verlo, escucharlo, tocarlo y contemplarlo en su palabra y en sus sacramentos” (27).

Precisamente el trato asiduo con Jesucristo, la contemplación de su vida y su obra, puede propiciar el impacto del encuentro vivo y transformante con el Salvador que llenará de paz el corazón y de sentido la existencia.

Asimismo, nos anima el cardenal a volver a releer las vidas de los santos, regresar a esas queridas hagiografías, ingenuas y casi infantiles, donde se desplegaba delante de nuestros ojos la fe viva de hombres y mujeres heroicos. De hecho, el papa Benedicto XVI llegó a calificar a los santos, con un lenguaje expresivo y muy moderno, como: “campeones de la fe”.

Terminamos estas líneas, recordando unas palabras del cardenal Sarah que son un buen resumen de toda su obra: “El camino al que nos comprometemos no es un lugar. Es una persona. Es Jesucristo, Salvador nuestro y Dios nuestro” (59).

José Carlos Martín de la Hoz

Cardenal Robert Sarah, Se hace tarde y anochece, conversaciones con Nicolas Diat, ediciones Palabra, Madrid 2019, 428 pp.