El profesor Rafael Gómez Pérez con el rigor y la soltura habitual de sus ensayos, vuelve a encarar de frente una de las más importantes cuestiones metafísicas, pues en ella se encuentra la única y verdadera solución al profundo problema de la cultura contemporánea.
Indudablemente, enfrentarse abiertamente con la cuestión de la verdad, precisamente en la era de la posverdad, como reza el título, es un ejercicio de verdadera lógica, pues se quiera o no, siempre estará delante de nuestros ojos la afirmación con la que Balmes comenzaba el criterio: “la verdad es la realidad de las cosas”.
Así pues, Gómez Pérez señalará que desea hablar serenamente de la verdad lógica, de la inmutabilidad de la verdad, de la historicidad de la verdad y, por supuesto, lo hará con la calma, el señorío y la maestría habitual (10).
Me ha llamado mucho la atención la vertiente biográfica de las primeras páginas, pues Gómez Pérez, para situar la cuestión “De veritate” en santo Tomás y en la explosión de vitalidad de la Universidad de París, hace un alarde de erudición histórica para presentar y lograr una completa ambientación universitaria e histórica del tiempo en que santo Tomás accedió a la cátedra en el siglo XIII en París. Indudablemente, este modo de actuar, no solo hace más humano al Aquinate, sino que hace más verosímil la discusión teológica o Quaestione Disputatae.
Es interesante ofrecer en las próximas paginas una explicación de la tesis del autor: “La grandeza de la verdad, en el ser humano, radica precisamente en el campo indefinido que ofrece a una comprensión variable” (11).
Como los grandes tratados de filosofía el autor comienza por la definición medieval de la verdad que ha llegado hasta nuestros días: “verdad es adecuación del intelecto y la realidad” (15).
Enseguida nos recuerda con santo Tomás que “no hace falta acudir a la verdad divina para explicar la verdad de nuestro conocimiento. No hace falta, se entiende, caso por caso, si principiative si se atiende al origen, porque de la verdad del intelecto divino procede en nuestro intelecto la verdad de los primeros principios según la cual juzgamos todo (De veritate q.1, a.4)”” (17).
Indudablemente Dios es eterno, la verdad de Dios es eterna como infinita su belleza como absoluta su bondad. Lógicamente, hemos de volver a los trascendentales y al sentido de la trascendencia, a la filosofía del límite, a la santidad de Dios y a su participación en las criaturas (43).
Una de las cuestiones más interesantes de este trabajo es, indudablemente, mostrarnos a santo Tomás tal y como lo era, y por supuesto al hablar de la verdad es un teólogo haciendo metafísica, pues en realidad está pensando en Cristo vivo, camino, verdad y vida (41).
José Carlos Martin de la Hoz
Rafael Gómez Pérez, La verdad en los tiempos de la posverdad, Rialp, Madrid 2020, 196 pp.