Una pequeña vuelta por las grandes superficies y, sobre todo, por los siempre abarrotados stands de novela histórica en las librerías de urgencia que contienen, como los aeropuertos o estaciones de tren y autobús, basta para comprobar que nuestros autores de novela histórica, los escritores y novelistas más apreciados de la actualidad, están faltos de ideas.
En efecto, urgido por la necesidad de llevarse algo sencillo y refrescante para leer en el viaje y en esos días de descanso de la pandemia, los lectores que todavía compramos después de tocar, oler y hojear el libro, hemos comprobado demoledoramente que nuestros autores favoritos están no faltos de ideas, sino necesitados de nuevos temas y temáticas, pues honradamente los templarios ya están claramente desgastados y completamente manoseados.
Por lo menos a Javier Sierra que es uno de nuestros autores de referencia en la materia, no le falta una chispa de buen humor con la que es capaz de hacer piruetas en sus siempre increíbles y estrambóticas novelas históricas, hasta lograr tratar a los templarios con una chispa de gracia y de dotarlas al menos de humor.
El problema consiste en que los escasos datos verdaderos de los templarios que maneja Javier Sierra y que conocemos los historiadores ya no sostienen tanta fabulación y tanta falsedad documental, como para encontrar unas puertas que llevan al cielo o más bien a un cielo tan falso que merecería despeñar al autor para que se pegue un susto, lógicamente, pues no le deseamos nada malo.
Desde la Dama de azul y las sofisticadas explicaciones que encontró Javier Sierra para tratar el fenómeno de la bilocación de la concepcionista franciscana que evangelizaba a los indios en América a la vez que permanecía fiel a sus obligaciones corales en el convento de Agreda en la profunda castilla, no había alcanzado Javier Sierra unas cotas tan altas de falsa creatividad.
En esta ocasión un estudio de las catedrales góticas revela “al parecer” que hay una conexión entre catedrales y estrellas pues las catedrales del siglo XII sellarían las puertas del infierno, mas que abrir puertas al cielo.
Lo más interesante es que Javier Serra Albert (Teruel 1971) ha sido de los pocos españoles galardonados por la prensa estadounidense como autor de novela histórica, con la mejor de ellas, la Cena secreta, que aunque falsa como todas las que ha escrito, al menos se atenía algo al guion de la divina comedia de Dante lo que le daba algo de cordura al descabellado clima que había creado para la última cena pintada por Leonardo da Vinci en el refectorio de los padres dominicos.
En efecto, Javier Serra cuando se sale de la temática templaria ha logrado vender más y escribir con más rigor histórico que siempre que ha abordado la problemática templaria, que no deja de ser una malentendida orden de caballería y no una suerte de demonios masónicos encargados de socavar la Iglesia universal.
José Carlos Martín de la Hoz
Javier Sierra, Las puertas templarias, ediciones Planeta, Barcelona 2020, 328 pp.