El inveterado problema del mal

 

Hace unos días releía las palabras del autor clásico Boecio (480-524) en su inolvidable trabajo “Consolación de la filosofía” y volvía a impresionarme con la brillante exposición del símil de la “hidra de las mil cabezas”, con el que centraba nuestro autor tan espinosa cuestión.

Indudablemente, como ya hizo santo Tomás es relativamente sencillo concretar con detalle los puntos clave de la cuestión y, asimismo, recordar las interesantes aportaciones de la filosofía, de la teología y de la revelación cristiana, al conocimiento de esta materia como se puede comprobar con las tesis de la cuestión “De malo” del Aquinate.

Asimismo, es cierto, que es un deseo humano volver sobre esta cuestión para recordar que filosofía es amor a la sabiduría lo que implica, por tanto, pensar y razonar sobre los grandes temas aunque sea para contentarnos humildemente con reconocer el misterio y las conclusiones acercarnos al pensamiento de nuestros mayores y buscar el modo de hacerlos avanzar.

Cuando el pensador que vuelve a intentar una síntesis es nada menos que Paul Ricoeur (1913-2005), especialista en la filosofía de hermenéutica, protestante francés de formación religiosa y con amplias que investigaciones en las universidades de Nanterre, La Sorbona y Chicago, el interés es indudable y, por eso, merece la pena detenerse, aunque sea brevemente.

La aportación de esta conferencia sobre el mal pronunciada por nuestro autor en la Facultad de Teología de Lausana en 1985, está brillantemente resumida en el prólogo del profesor Pierre Gisel (9-19).

En primer lugar, recuerda el momento histórico, el marco de la universidad y su condición de protestante en una de las más prestigiosas facultades de teología católicas. Enseguida Gisel se refiere a cómo el autor niega entidad al mal (el mal es ausencia de bien decía ya san Agustín, a lo que añade: “Si el mal fuera mundo (sucede lo mismo con Dios), el mito sería un saber” (15). Inmediatamente, Gisel subrayará que para Riccoeur el problema del mal es entender la libertad creada por Dios: “El mal está inscripto en el corazón del sujeto humano (sujeto de una ley o sujeto moral): en el corazón de esa realidad altamente compleja y deliberadamente histórica que es el sujeto humano” (15).

Finalmente, resume Gisel la cuestión del mal en San Agustín de acuerdo con la visión de Gisel: “el hombre no es sujeto sino cuando es convocado; no es sujeto sino por ser responsable (…). Ahora bien, ser llamado es ser elegido. Es remitirse a Dios” (16). Por eso Gisel terminará por recordar que para Riccoeur:” Apelar a la trascendencia tiene, desde entonces primacía: irreductible al simple futuro inscripto en el tiempo que pasa, ella hace posible la memoria del pasado, de lo real, de la vida del hombre en los cuerpos” (19).

José Carlos Martín de la Hoz

Paul Riccoeur, El mal. Un desafío a la filosofía y la teología, Amorrortu editores, Madrid 2019, 67 pp.