Los libros de moral práctica para confesores y los “Ars moriendi” formaban parte de los géneros literarios de moda en el siglo XVI, ambos impulsados por la reforma de la Iglesia Católica post tridentina. Uno de ellos fue el tratado “La vanidad del mundo”, redactado por el franciscano Diego de Estella y publicado en Toledo en 1574, un manual que se hizo famoso sobre el acechante “peligro de la vanidad” y cómo superarlo para alcanzar la salvación del alma.
Lógicamente, el autor partía, como locus relegendus de su extenso discurso, del famoso texto del libro del Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1, 2), y avisaba con gruesos argumentos acerca de tan terrible mal que terminaba por deshacer al hombre y a la sociedad. La obra es impecable y tuvo un gran éxito en su época, pero el autor cometió el error de dejarse llevar por sus excesos de celo y criticar abiertamente al mismísimo Felipe II, por la construcción del monumental monasterio de El Escorial cercano a Madrid desde el que gobernaba tan amplio imperio y tan grande número de almas para llevar al cielo.
Las críticas expresas al emperador y, además, las indirectas al confesor del emperador Fray Bernardo de Fresneda, obispo de Cuenca, por falta de coherencia de fe y costumbres, le costaron caras pues se le abrió un proceso inquisitorial que terminó en 1569, con la condena de su obra que fue debidamente expurgada y, sobre todo, con el traslado de tan insigne predicador, para pagar por sus excesos, al convento franciscano de Salamanca donde Fray Diego de Estella había hecho sus votos solemnes muchos años atrás, en 1541.
Es interesante comprobar cómo nuestro autor aceptó humildemente su condena y, prueba de ello, es que redactará seguidamente varios libros más y, además, con los permisos oportunos, no dejará de predicar en Salamanca, pues ciertamente Diego de Estella no era un Savonarola, sino un sencillo franciscano que le importaba más la conversión de las almas que su prestigio y reputación.
La obra, sólidamente trabada en la Imitación del Kempis, la moral cristiana y en los decretos del Concilio de Trento, atravesó las coordenadas espacio temporales y llegaría a los Países Bajos donde fue traducida al holandés por Frans van Hoogstraten y utilizada para elaborar su famoso “Het Voorhof der ziele”, que tuvo muchas ediciones. En una sociedad de hombres y mujeres que veían la muerte tan cercana, las obras que preparaban a bien morir y a alcanzar el cielo tenían un éxito asegurado, sobre todo si hablan del dinero o de la vanidad que eran junto con los pecados de la carne los grandes enemigos de la salvación.
El trabajo de Silvia Cazalla, como tesis doctoral presenta una metodología novedosa y abre horizontes a trabajos interdisciplinares en la historia de la literatura del XVI. Los errores e imprecisiones que se han deslizado a falta de revisión por un historiador.
José Carlos Martín de la Hoz
Silvia Cazalla Canto, Redes emblemáticas y cultura visual en la Edad Moderna. La vanidad del mundo (1574) de fray Diego de Estella origen de «Het Voorhof der ziele» (1668) de Frans van Hoogstraten, ediciones Eunsa Pamplona 2020, 472 pp.