La tranquilidad del verano en Castilla, en Tordesillas, la paz del tiempo por delante, el frescor del cambio climático y, finalmente, la necesidad de preparar unas clases para impartir por “streeming” a partir de octubre, abiertas al mundo mundial, me ha llevado a leer de nuevo, despacio y detenidamente el gran manual del maestro José Orlandis Rovira (Palma de Mallorca, 1918-2010), sobre la Historia de la Iglesia en el período antiguo y medieval.
Todavía recuerdo muy bien aquellas lecciones magistrales del profesor Orlandis, con sus sesenta años, en su despacho en la sede de la biblioteca de la Universidad de Navarra donde, rodeado de libros y separatas de sus artículos publicados por todas partes, nos explicaba detenidamente su curso de licenciatura sobre historia de la Iglesia medieval a los cuatro alumnos que formábamos la promoción de historia de la Iglesia en aquel lejano año académico de 1979/1980 en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.
Hay dos cosas que han cambiado radicalmente de aquel marco al actual. La primera, es que don José nos hablaba en un tono magisterial clásico, como si estuviéramos en el salón de grados de la Universidad de Oxford, aunque solo fuéramos cuatro jóvenes sacerdotes recién ordenados, por eso no tenía ningún recato en sacar sus cuartillas amarillentas y desgranar lenta y exactamente las páginas de las lecciones que en estos días he tenido oportunidad de releer.
En segundo lugar, don José no tenía que elaborar, a la vez, que sacaba las cuartillas, una memoria de la asignatura, que contuviera claramente una justificación de los temas que se van a abordar, con objetivos claros y determinados para cada clase, con las fechas de los exámenes prefijados, tiempos de visionado de las clases, etc. Por supuesto, no tuvo que prever las autoevaluaciones para realizar cada alumno después de cada clase, las preguntas de los exámenes y, por supuesto, dejar claramente bien perfilados, con referencias exactas a las páginas del manual y con cálculos exactos y precisos de la dedicación del alumno al estudio, a los visionados de las clases, estudio del manual y preparación de los exámenes y trabajos.
Actualmente todo esto, y más que me callo por respeto, es absolutamente clave, pues está en juego la seriedad del método científico, el secreto del éxito y, por supuesto, la virtud de la justicia.
Me imaginaba al defensor del Pueblo o defensor del alumno siempre atento a que no se le fatigue, ni se le exija más de lo determinado, no vaya a ser que se agobie y caiga en el terrible y denostado fracaso escolar, siempre achacable al profesor que no supo entusiasmar y mantener bien motivado al alumno.
En cualquier caso, he gozado recordando que, con power point o sin él, los alumnos saldrán entusiasmados, como siempre, pues la historia es maestra de vida y, hoy como siempre, a través del canal que sea, donde llega triunfa, engancha y se repite.
José Carlos Martín de la Hoz
José Orlandis Rovira, Historia de la Iglesia. I. La Iglesia Antigua y Medieval, colección pelícano, ediciones Palabra, edición 11, Madrid 2006, 486 pp.