Con este atractivo título comienza la edición de la semblanza biográfica y del análisis del pensamiento de la inolvidable filósofa y ensayista Simone Weil (1909-1943), por parte de la autora que mejor la ha entendido y valorado hasta el momento, nos referimos a la profesora brasileña María Clara Luchetti Bingemer, investigadora y profesora de teología en la Facultad Pontificia de Rio de Janeiro y autora de muchas e importantes trabajos sobre violencia y hecho religioso.
Efectivamente, desde las primeras líneas de este trabajo, aparece con claridad el corazón enorme de Simone Weil capaz de meterse en los problemas de los demás y sufrir con ellos antes de dar consuelo, un consejo o una propuesta de acción. Esta capacidad infinita de donación terminará por destruir la débil naturaleza humana de nuestra autora hasta morir con apenas treinta años, entre habituales migrañas, miles de horas de clase (30) y después de haber consolado y sufrido con milicianos en la guerra civil española, enfermas en el hospital de guerra, obreros e intelectuales de Francia y miembros de la resistencia a la invasión de Hitler de Francia: “la compasión que habitaba su corazón desde la más tierna edad empieza a ensancharse, sin fronteras, hacia las dimensiones de todo el universo” (28).
Mientras, a lo largo de la vida de Weil se producirán cambios de escenarios, sucesivas transformaciones en su actividad. Primero es preterida en su carrera como profesora, pues es denunciada por sus alumnos del “modo de exponer sus convicciones políticas e ideológicas en el aula” (38). En segundo lugar, se entregará a trabajar denodadamente como una obrera más, o en el campo como recolectora, pero poco tiempo después: “salió de la fábrica marcada para siempre por el hierro ardiente de la esclavitud” (55). Finalmente, Ya en Marsella camino de New York huyendo con su familia de la persecución contra los judíos afirmará que: “pertenece a la tradición católica, francesa y helénica. No guarda recuerdo de las raíces judías de su familia” (74).
Paralelamente, desde 1938, a través de sucesivas mociones interiores y de la larga amistad con el Padre dominico Jean Marie Perrin se irá produciendo el acercamiento de Weil al catolicismo y sus deseos de bautizarse para poder comulgar (76), lo que le llevaba a ir a misa cada día para identificarse con Cristo en cada Misa (82), acabaría recibiendo en Inglaterra un entierro católico aunque muriera sin bautismo (85).
Tras una breve semblanza biográfica, la profesora Luchetti Weil editará diversos artículos de investigación sobre la figura de Simone Weil y su tiempo, comenzando por la dura prueba de la violencia y la profunda decepción que la guerra civil española le supuso a su mentalidad anarquista y anticatólica: “Herida por los camaradas que a pesar de todo amaba, Simone camina lúcida y expuesta hacia la violencia aún más grande del genocidio nazi” (100). Recordemos que uno de los elementos que impedía a Simone Weil bautizarse en la Iglesia era el uso de la violencia en el Antiguo Testamento (182) y en algunas etapas de la historia (140, 196) y en una carta al padre Perrin le pide abiertamente una declaración “de que ha cambiado o que quiere cambiar” (139).
José Carlos Martín de la Hoz
María Clara Lucchetti Bingemer, Simone Weil. La fuerza y la debilidad del amor, ediciones Verbo divino, Estella, Navarra, 2009, 428 pp.