En el siglo VI el pensador romano Boecio (477-524) fue condenado a muerte y retirado a vivir en el campo alejado de todo y de todos, mientras terminaba el proceso jurídico imperial contra él y, consecuentemente, se le aplicaba la pena correspondiente al peor de los delitos, es decir al delito de “lessa maiestatis”.
Durante ese espacio de tiempo, Boecio redactaba una de esas obras señeras de la antigüedad repetidamente reeditada: “La consolación de la filosofía”, con la que tan ilustre pensador humano y cristiano se fue preparando a recibir los últimos sacramentos y partir a la casa del Padre.
Recordaba los textos de Boecio mientras leía el modesto ensayo de Pablo Redondo, catedrático de Instituto de filosofía en Salamanca y doctor en filosofía quien aprecia con pesimismo el futuro y, por tanto, se imagina al maestro y a los discípulos de filosofía retirados de la circulación, marginados, pensando en un lugar aparte, mientras sus compañeros de clase manejan el ordenador, el “power point” y se preparan ellos y sus pupilos en el uso de las nuevas tecnologías, técnicas de memorización o aprenden nuevos idiomas.
Evidentemente, el consuelo de la filosofía no se produce con cualquier texto filosófico, sino con la sabiduría filosófica acrisolada por el paso de los años y fruto de las mentes filosóficas más altas. Tampoco cualquier texto en defensa de la filosofía moverá al lector de la misma manera.
Desde luego, Cuánto más libros se escriban y se editan acerca del tema de la reivindicación de la filosofía, no sólo en general, sino en la educación de los jóvenes, en la fundamentación de los “master” y, en concreto, en la propia vida personal, social, económica y cultural, más se van endureciendo los oídos de los agentes educativos, comerciales, asistenciales y políticos.
Más les valiera a los partidarios de la filosofía que, en realidad, somos todos los que de alguna manera deseamos el desarrollo de la sociedad y el crecimiento de la dignidad de la persona humana, no provocar hastío.
Desde luego, son sarcásticas las ácidas críticas del autor a las redes sociales, al uso de internet o de las series y películas que nuestros jóvenes visionan o el tiempo global que invierten en navegar en la red, desde luego con más intensidad y dedicación que el que la anterior generación dedicaba a la televisión (95-96).
La cuestión de fondo es que necesitamos mayor hondura en los planteamientos y en el modo de resolver las cuestiones, así como se hace cada vez más necesaria una antropología filosófica abierta a la trascendencia que nos lleve al cultivo y a la enseñanza de los trascendentales. Asimismo, es importante, como señala el autor, recuperar el hábito de la lectura como elemento básico para lo demás (119).
José Carlos Martín de la Hoz
Pablo Redondo, Pensadores al rincón. El eclipse de la filosofía, El desvelo ediciones, Santander, Cantabria, 2021, 210 pp.