Indudablemente, hay muchas maneras de plantear la llamada universal a la santidad, quizás en este tiempo tan apasionante que nos ha tocado vivir, una de las maneras más adecuadas sería sencillamente dirigir nuestra mirada hacía el rostro de Jesucristo que nos muestra la Sagrada Escritura, la Tradición, el Magisterio de la Iglesia y la vida de los santos, buscándole en la Sagrada Eucaristía, en la naturaleza y en nuestra alma en gracia, en el calor de la oración personal.
Por esos caminos, indudablemente le encontraremos y le trataremos. De ese modo, no solo podremos conocerle para imitarle, sino simplemente quedar fascinado por su figura humana y por la divinidad que se oculta tras la humanidad y desearemos entrar en un diálogo constante de la mañana a la noche.
Es decir, el misterio de la encarnación resultaría ser el fondo teológico cierto y de una gran importancia, si deseamos presentar adecuadamente la llamada universal a la santidad pues, al encarnarse Jesucristo, mostró claramente que los hombres están llamados a la plenitud del amor.
Precisamente, San Josemaría en su obra Amigos de Dios y en concreto al hablar de las virtudes humanas, orientaba la atención del lector hacia esa verdad suprema: el misterio de la encarnación (AD 74), cuando escribe sobre la santificación de los quehaceres ordinarios del cristiano y nos impulsa ha hacer todo por amor.
Es muy interesante que san Josemaría, cuando hace oración en voz alta, al referirse a la meditación de las virtudes humanas comente que tienen como fin “edificar una vida interior real y auténtica sobre los cimientos de las virtudes humanas” (AD 83)
Así pues, resaltar la grandeza de lo humano, en cuanto que Dios lo considera apto y digno de ser asumido por su hijo, nos llenará de un gran optimismo, pues todo lo humano noble es llevado por Cristo a su plenitud.
Para ser buen cristiano hay que comprometerse con la verdad y el bien. La batalla más importante es la que sostenemos con nosotros mismos. “no basta el deseo de poseer las virtudes; es preciso aprender a practicarlas” (AD 91).
Las lecciones de vida de la humanidad santísima mostradas en los pasajes de la Sagrada Escritura están mostrando la armonía de las virtudes de la humanidad santísima de Jesucristo y están, a la vez, mostrando el camino de la santidad y los frutos del obrar virtuoso de los cristianos en imitación de Jesucristo, llevando, por la gracia de Dios, a la plenitud del amor. Así se expresaba santo Tomás que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la supone, la sana y la eleva” (STh I, q.1, a.8, ad2).
Es conmovedor que san Josemaría nos enseñe a renovar el afán de santidad, la entrega a Dios y a todas las almas. Los compromisos de amor no se sellan una vez y para siempre sino que se renuevan todos los días, pues el amor si no se reenciende es muy fácil que se termine por marchitar.
José Carlos Martín de la Hoz
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, edición crítica-histórica de Antonio Aranda, ediciones Rialp, Madrid 2019, 955 pp.