Para san Josemaría Escrivá de Balaguer, La Iglesia entendida como Comunión de los santos es la clave teológica para acercarse al misterio de la Iglesia, siempre de acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Efectivamente, san Josemaría no desarrollará un tratado de eclesiología en sus escritos, sino que haría la Iglesia (p.10) cuando mueve con sus meditación y sus enseñanzas que los cristianos corrientes que buscan.
En primer lugar, conviene recordar la definición de la Iglesia del teólogo Pedro Rodríguez que glosa la propia del catecismo de la Iglesia católica: “La Iglesia es la comunión de Dios Padre con sus hijos los hombres y entre sí, en Jesucristo por el Espíritu Santo” (Catecismo, n.773)
Precisamente, san Josemaría Escrivá de Balaguer en los años setenta del siglo pasado fue dando a publicar algunas Homilías sobre temas de actualidad doctrinal en los tiempos posteriores a la conclusión del Concilio Vaticano II, de modo que llegara al pueblo cristiano una correcta interpretación de los grandes temas de la vida cristiana iluminados especialmente en el Concilio.
Decíamos al comienzo de estas líneas, que la Iglesia para san Josemaría es la Comunión, puesto que es trinitaria y a la vez quien está más cerca de la Trinidad, quien comulga con Ella es quien da gloria a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Primero, están los santos, luego los que están camino de ello y en círculos concéntricos los demás, e incluso los creyentes de otras religiones que creen en Dios y de alguna manera se benefician de la comunión de los santos, mediadores entre Dios y los hombres, pues les llevan el calor de su comunión para derretir el corazón de los pecadores y alejados.
Precisamente porque somos hijos en el Hijo (p. 15), todos los cristianos tienen la misma dignidad, la de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios y haber sido regenerados en el bautismo, pero nos diferenciaremos en la correspondencia a la gracia, pues hasta el final de nuestra vida la libertad será el gran don recibido de Dios y por tanto la explicación del grado de cercanía con Dios. Como afirmaba san Josemaría “no podemos ser hijos de Dios solo a ratos” (Conversaciones, n. 102), pues verdaderamente esa consideración frecuente de la filiación divina “puede y debe considerarse el fundamento y médula de la piedad cristiana” (Fernando Ocáriz, Hijos de Dios en Cristo, ed. Eunsa, Pamplona, 1972, p. 139)..
Evidentemente la tarea evangelizadora de la Iglesia es contagiar el amor de Dios y, a través de la amistad y del apostolado de amistad y la confidencia, los cristianos podemos enseñar a nuestros amigos a vivir una relación personal con Jesucristo, una vida sacramental y familiar y social. Las conversiones al cristianismo vendrán de ese buen ejemplo, de la alegría de las familias cristianas, de la caridad con nuestros vecinos y compañeros de trabajo, familias que contagian a otras familias.
José Carlos Martín de la Hoz
Josemaría Escrivá de Balaguer, Escritos Varios, edición crítico-histórica a cargo de Philip Goyret. Fernando Puig y Alfredo Mendiz, ediciones Rialp, Madrid 2018, 325 pp.