El ilustrado inglés Edward Gibbon (1737-1794), autor de la famosa obra “Historia de la declinación y caída del Imperio romano”, ha pasado a la historia de las ideas y de la cultura como uno de los más granes calumniadores de la Iglesia a lo largo de la historia, gracias al inesperado “éxito editorial” de una obra verdaderamente insidiosa y malévola, acerca del ocaso del imperio romano en donde se deslizan abiertamente argumentos superficiales y realmente injuriosos dirigidos a provocar desconfianza contra la Iglesia católica a la que termina por considerar la causante del ocaso y desaparición del imperio romano.
En este sentido, para aclarar la verdad del pensamiento del autor, la calidad de las fuentes que utiliza y desenmascarar su superficial conocimiento de la Iglesia Católica y de su historia, resulta de un gran interés leer la autobiografía o memorias que el propio autor inglés dejó inéditas, en parte, y publicadas otras parcialmente y que fueron redactadas a lo largo de su vida: en un tiempo en Londres y otro tras su largo exilio en la ciudad suiza de Lausanne que le había visto crecer en su formación de adolescente a los quince años y que, finalmente, le recibió en los tiempos de su autoexilio en dicho lugar para escribir la obra de su vida.
La peculiaridad de sus memorias, y lo que la hace verdaderamente pesado de leer, es que se han imprimido seguidas las diversas versiones que el autor fue haciendo a lo largo de su vida, con pocos cambios sustanciales de una a otra, aunque con acentos diferentes en cada una de ellas. Eso sí, la edición y traducción en castellano magníficamente presentada en cátedra por Antonio Lastra.
Realmente leer cinco veces la misma biografía o memorias de este ilustrado puede parecer una pérdida de tiempo, a no ser que lo que se busque con su publicación es mostrar el alma de un ilustrado erudito en literatura clásica latina y ferviente seguidor de Locke, Voltaire, Bayle Montesquieu y que razona como ellos.
Especialmente interesante es su planteamiento religioso; en primer lugar, narra su conversión al catolicismo en Ofxord, enfrentándose a la familia, amigos y autoridades académicas (105).
Su padre, según nos narra él, reaccionó enviándole a Lausanne, Suiza, a una comunidad calvinista, donde adoptará su tenor de vida, austero rayando en lo espartano que le ayudó a concentrarse en el estudio. la lectura de los clásicos y las conversaciones con amigos de su categoría y a tantas personas que supieron sacar de él lo mejor. El problema fue que se metió en los textos de estudios y en los hábitos de vida propios de su edad y perdió el sentido cristiano de la oración personal para conformarse con una visión genérica del cristianismo calvinista y terminará por regresar al protestantismo como “religión de costumbres” de donde ya no salió (105, 107). Ahora se entiende sus ataque a la Iglesia Católica a la que Considera una vaga superstición sin sólido fundamento (263).
José Carlos Martín de la Hoz
Edward Gibbon, Memorias de mi vida, edición de Antonio Lastra, edicionescátedra, Madrid 2022, 447 pp.