Una nueva Carta Apostólica del Papa Francisco sobre la formación litúrgica dirigida a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos. En sus propias palabras, el Papa dice que:
«Quisiera que la belleza de la celebración cristiana y de sus necesarias consecuencias en la vida de la Iglesia no se vieran desfiguradas por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica, sea cual sea.
[...] Quisiera que esta carta nos ayudara a reavivar el asombro por la belleza de la verdad de la celebración cristiana, a recordar la necesidad de una auténtica formación litúrgica y a reconocer la importancia de un arte de la celebración, que esté al servicio de la verdad del misterio pascual y de la participación de todos los bautizados, cada uno con la especificidad de su vocación» (Papa Francisco).
Sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2022 | publicaciones claretianas |
56 |
9788479667696 |
Comentarios
Comentar la carta apostólica
Comentar la carta apostólica del papa Francisco Desiderio desideravi sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios es delicado, ya que el mismo pontífice pide que cesen las polémicas al respecto. No obstante, algo se puede decir aunque no sea más que en los aspectos históricos, que también se mencionan en el documento papal.
Recuerda el papa como san Pablo VI y san Juan Pablo II aprobaron los libros litúrgicos adaptados a los principios del Concilio Vaticano II en su Constitución Sacrosantum Concilium. La liturgia reformada comenzó a implementarse en 1964, aunque no tuvo los efectos positivos que se esperaban de ella: un mayor fervor y participación del Pueblo de Dios en la Eucaristía. La brusquedad con la que se introdujeron las reformas, una cierta incertidumbre sobre su alcance y significado, y el ambiente contestatario y liberal que las rodeó, dieron lugar a polémicas acerca de si la liturgia en lengua vernácula había hecho perder una parte del aura sagrada y devota al misterio eucarístico.
Cuarenta años más tarde, S.S. Benedicto XVI declaró que nunca se había prohibido formalmente el uso de las rúbricas y oraciones aprobadas en su día por san Juan XXIII para la celebración de la Eucaristía y que, por lo tanto, podía ser autorizado su uso. Pudimos comprobar como esta declaración del pontífice no tuvo mayor impacto en las Diócesis. El último forcejeo al respecto se había producido entre el uso litúrgico de la lengua común de España y las lenguas cooficiales -una manipulación de origen político- por lo que la cuestión del latín quedaba ya muy lejos.
Como indica Francisco en su Carta, el tono devoto, sagrado y de adoración en la Eucaristía lo imprime el celebrante (parágrafos 55 y ss), no la lengua, las oraciones o las rúbricas. Conviene señalar que el término presidente de la celebración se usa en un sentido vulgar, ya que en realidad es Cristo -sacerdote y víctima- quien preside la Eucaristía. Leemos en los evangelios cómo Jesús, antes de consagrar su Cuerpo y su Sangre lava los pies a sus discípulos y les dice: "Yo estoy entre vosotros como el que sirve" (Lc.22,27); la presidencia en la comunidad cristiana concede solo una prioridad en la humildad y el servicio.
Señala el papa cómo el uso de las lenguas vernáculas va dirigido a subrayar que la Eucaristía -ofrenda, alimento y acción de gracias- es una acción de la asamblea cristiana, no solo del celebrante; unidos al sacrificio de Cristo todos ofrecemos, todos agradecemos, todos pedimos. En consecuencia, Francisco vuelve a recomendar el uso de la liturgia reformada a fin de favorecer la unidad de la Iglesia (parágrafo 61). Sin decirlo expresamente, viene a decir que, no cabe cuestionar una reforma querida por los padres conciliares y aprobada por los pontífices.
Si volvemos la vista atrás, veremos como en el siglo XI los papas Urbano II y san Gregorio Magno quisieron extender el rito romano a toda la iglesia de Occidente. En España se utilizaba el rito hispánico o mozárabe y se produjo una fuerte oposición, sobre todo en Toledo, a la sustitución de uno por otro. La cuestión no se resolvió más que con la intervención del rey de León Alfonso VI y a base de autorizar determinadas excepciones a favor del rito mozárabe para la Catedral toledana.
En conclusión, los cambios siempre son difíciles y cuestan, en gran medida por una cuestión de rutina que se puede vestir de muchas otras razones, exigen una cierta flexibilidad en su aplicación y a la larga terminan imponiéndose si no afectan al núcleo del misterio cristiano y se evitan las manipulaciones. Lo que procede y recomienda el papa Francisco es favorecer la devoción en la celebración litúrgica y eucarística.
Un importante docu,ento
Un importante documento pastoral del papa Francisco.