El amanecer de la libertad

 

El jesuita Alberto Domínguez Munaiz (Pontevedra 1980) ha logrado captar el interés del Papa Francisco, con sus planteamientos acerca de la renovación de la esperanza en el concierto de la cultura contemporánea, de modo que el Santo Padre ha tenido a bien redactar el prólogo de su trabajo.

Efectivamente, la obra está planteada como un diálogo entre el autor con Johann B. Metz y William Lynch, acerca de la crisis de identidad en la cultura de corte occidental. Asimismo, serán otros muchos pensadores contemporáneos los que serán citados en la amplia conversación que ahora tenemos la suerte de presenciar, con todas las dudas e incertidumbres que el pensamiento actual planta, tanto en las preguntas como en las primeras respuestas.

Evidentemente, el gran problema de la filosofía postmoderna es que al rechazar la apertura a la trascendencia, marca un camino a la investigación humanista completamente oscuro, autoreferencial e inmanente que hacen perder a muchos  toda esperanza, no solo a las respuestas sino en general a planteamientos de avance en la investigación.

Mientras tanto, las visiones antropológicas abiertas a la trascendencia, no solo a la existencia de Dios, sino incluyentes con el más allá del desarrollo de los afectos, sentimientos y fidelidades, pues constituyen “el amanecer de la libertad”.

Es muy interesante el concepto de ciencia realista que actualmente maneja el pueblo sencillo y que nuestro autor define como “la presunción compartida que conocemos como sentido común”. A lo que inmediatamente añade siguiendo a Wittgenstein que “el ser humano no solo percibe las cosas, sino que puede comunicarlas a los demás de tal manera que se entiendan”. La conclusión de nuestro autor es la aceptación de los valores morales que se trasmiten de generación en generación (70).

La obra se dirige constantemente al entramado psicológico de la persona, donde puede acceder a resortes de la armonía de las virtudes, de las cuestiones identitarias y por supuesto de las pulsiones de la interactividad entre los diversos seres humanos. En cualquier caso, no logra superar el concepto de Freud de la religión como una ilusión, por lo que resulta fallida esta línea de investigación, puesto que la religión es de hecho y para millones de vidas el sentido de la existencia y la clave de la felicidad (85).

Es muy interesante el estudio del sentido del pecado que realiza nuestro autor. En primer lugar nos habla de Bauman y la cultura líquida y vaporosa de la banalización del mal a la pérdida del sentido del pecado (92).

Yerra nuestro autor cuando afirma que la globalización que comenzó con la caída del muro y el auge de internet ha mostrado que el holocausto nazi fue consecuencia del “racismo” del catolicismo frente a los judíos (desaparecido en el Vaticano II). En realidad, habría que hablar de la primera aparición violenta del nuevo nacionalismo virulento que necesita hacer desaparecer al pueblo escogido para autodefinirse como el auténtico pueblo o raza. Así está actuando Putin y tantos otros líderes nacionalistas de la actualidad: rompiendo el consenso social y de convivencia de la Europa de las naciones para intentar atomizarla y convertirla en la Europa de los pueblos (94).

Asimismo, se detiene nuestro autor a captar nuestra atención sobre el giro de la ética empresarial y de elemental márquetin al pasar del buen común, bien general, a un vulgar bien particular, al deseo de proveer a la satisfacción de las necesidades del individuo y generar nuevas ilusiones, aspiraciones, para lograr dominar sus pulsiones y alcázar la fidelización del cliente (98)

Consecuentemente, según Taylor conviene promover una cultura de valores y especialmente el de la autenticidad, pues solo así el consumidor se muestra fiel a su manera de ser y facilita el trabajo de los parámetros que permite a internet adelantarse a los deseos (99). En esta línea la Libertad Cristiana consecuente con la energía del amor y el deseo de dar gloria a Dios romperá esa mecánica de las nuevas esclavitudes.

Indudablemente los grandes intelectuales del momento han de reconocer que la libertad debe ser encauzada por la verdad y también por una virtud capital como la humildad para reconocer que la persona humana puede quedar captada por la publicidad,

Finalmente, deseamos señalar como el joven jesuita autor de este trabajo reconocerá que la, en nuestro tiempo, la identidad actual del individuo refleja una “mentalidad de consumidor-productor” (115) en un marco de mercado globalizado de ocio y consumo.

En realidad esta conclusión está en tensión pues mientras no termine la guerra de Ucrania no sabremos las condiciones de la precaria paz en la que viviremos 3n el futuro y las fracturas en los grandes bloques en los que nos moveremos hasta que sucumba la nueva ide9logia nacionalista  y veamos cómo se reconstruye la imparable globalización.

José Carlos Martín de la Hoz

Alberto Domínguez Munaiz, Esperanza o el amanecer de la libertad, una conversación con Metz y Lynch sobre la crisis de identidad en Occidente, ediciones PPC, Madrid 2022, 270 pp.