El valor de la libertad

 

En estos días que estoy pasando en Centroamérica he podido conocer gente maravillosa con gran empuje y dinamismo y con deseos de sacar adelante la Iglesia y la entera sociedad civil y, por supuesto, convertir la cultura contemporánea en un medio para ir a Dios.

Asimismo, he descubierto la figura del doctor Ernesto Cofiño un médico pediatra intimo amigo del célebre genetista francés Lejeune y, como él, gran defensor de la vida humana, no solo del no nacido, sino de todo nacido, independientemente de su status social o económico. Releyendo las vidas de estos grandes conocedores de la vida humana se descubre que se tomaron la vida humana muy en serio y, por tanto, pusieron en juego sus talentos para promover instituciones, recaudar medios económicos, realizar instalaciones y organizaciones para luchar contra las dos grandes lacras de su tiempo: la mortandad infantil y el analfabetismo.

Estos dos colosos de la defensa de la vida pusieron los talentos en juego y supieron movilizar a muchos otros científicos y a personas de toda clase y condición para actuar y trabajar en favor de la vida humana.

Esta actitud que acabamos de delinear era lo que san Josemaría denominaba “el amor a la libertad: querer querer” (n.231). De hecho, el Fundador del Opus Dei, en una homilía titulada “La libertad, don de Dios” encuadrada en el volumen de homilías “Amigos de Dios”, hablaba con mucha fuerza de la “energía de la libertad”.

Precisamente, el gran dolor que se experimenta en muchos lugares de estas tierras de Centroamérica es la falta de libertad pues, seguramente debido a la abundancia de delincuencia y de una extendida corrupción que todavía están muy arraigadas en muchos lugares, existen demasiados controles.

La verdadera libertad, evidentemente, no consiste en la capacidad de elegir entre el bien y el mal, sino en “la fuerza de elegir los medios en orden al último fin”, como expresa Santo Tomàs. Conviene enseñar a los jóvenes a poner la energía de la libertad en juego, pues hay demasiada vigilancia, controles aduaneros y “video control” por la calle que les puede decepcionar.

Evidentemente el amor a la libertad, el aprender a respetar la libertad de los demás, el propiciar la libertad de pensamiento, de prensa e información, de las ideas y del necesario diálogo entre los hombres es lo que se desarrollen los pueblos y las naciones, pues eso es construir sobre la dignidad de la persona humana.

Cuando Hobbes planteó todo su sistema político sobre la pérdida de la libertad para poder construir un sistema de organización que trajera la paz y la concordia entre los hombres en un pacto por el orden y el bienestar, firmó la sentencia de muerte de su sistema, pues los hombres sin libertad no pueden amar a Dios, ni amarse unos a otros. Evidentemente, el sistema inglés derivó muy pronto del despotismo ilustrado a la monarquía parlamentaria.

José Carlos Martín de la Hoz