Es un motivo de satisfacción y orgullo que la Fundación Fe y Libertad de Guatemala me haya pedido una contribución para el volumen de su revista bianual que, próximamente, en primer semestre del próximo año, estará dedicado a la compleja y, a la vez estrecha relación, entre derecho y libertad.
El tema de mi posible aportación surgió durante un almuerzo que tuvo lugar en la sede de la Fundación durante mi última estancia en la Ciudad de Guatemala con el equipo directivo y que se desarrolló en un ambiente distendido y de plena confianza, mientras estábamos contando cuentos sobre muchas cosas, hasta que la conversación derivó en el tema apasionante de Bartolomé de Las Casas.
Evidentemente, no tuve más remedio que contarles que tuve la suerte de participar en el proceso histórico de beatificación y canonización que se desarrolló en el convento de los dominicos de Santo Tomás de la ciudad de Sevilla, a instancias de la Orden de Predicadores ante el Tribunal nombrado por el cardenal Arzobispo de Sevilla, el franciscano Carlos Amigo Vallejo.
La sesión de apertura tuvo lugar en la iglesia de la Magdalena, donde precisamente fue ordenado sacerdote el sevillano Bartolomé de las Casas antes de partir al Nuevo Mundo y, además de los miembros del Tribunal y el Cardenal arzobispo, estuvieron presentes el postulador romano de los dominicos Innocencio Venchi y el postulador diocesano padre dominico Fernando Aporta de Sevilla.
Lógicamente, como testigo de carácter histórico del proceso, no puedo narrar el contenido de dicha entrevista, ni las preguntas que me hicieron puesto que todo se realizaba con gran seriedad jurídica e histórica, bajo estricto silencio de oficio.
Indudablemente, puedo narrar lo que será mi aportación fundamental a ese artículo que, Dios mediante publicaré en el número de la revista Fe y Libertad sobre el ínclito Bartolomé de las Casas, cuya “positio super vitae, virtutibus et famae sanctitatis” está ya en espera de estudio por parte de los consultores de la Congregación de la Causas de los Santos.
Bartolomé de las Casas, sacerdote sevillano que viajó a indias, fue encomendero, converso a la defensa a ultranza de los indios desde su profunda transformación en el adviento de 1511, fue el primer gran defensor de los indios, evangelizador, dominico, obispo de Chiapas y finalmente trabajó como prolífico escritor y consejero del rey hasta su muerte, casi centenaria, en el convento de los padres dominicos de Atocha en la ciudad de Madrid.
La conversación se animó cuando para resumir la vocación y la misión del Padre Las Casas utilicé una expresión quizás poco conocida pero muy desarrollada en la historiografía reciente que, por lo demás, es plenamente convincente. Estamos antes el caso de un verdadero profeta destinado a golpear la real conciencia hasta lograr más y mejores leyes de indias que llevaran a los indios a la felicidad terrena y eterna como súbditos de la corona de castilla y fieles hijos de Jesucristo.
José Carlos Martín de la Hoz