Un nuevo aniversario

 

El calor ha vuelto a arreciar y, además, estamos muy cerca del 26 de junio. En estas fechas siempre me viene a la cabeza aquel día de 1975 cuando, al filo del mediodía, nos llegó la noticia de la muerte de san Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei en Roma. Recuerdo haber comido ese día con la radio sobre la mesa del comedor para oír el parte de radio nacional.

Desde el primer momento, después de la muerte de san Josemaría (1902-1975), llegaron miles de cartas con testimonios de fama de santidad y de favores. Tras muchos años de profunda y serena investigación, la santidad de san Josemaría fue reconocida por la Iglesia en el Decreto de Virtudes heroicas de 1990: es decir su santidad fue fruto de la gracia de Dios y de la correspondencia.

Bastantes años después, el 6 de octubre de 2002, en una solemne ceremonia oficiada por el santo Padre Juan Pablo II llegó la ansiada fecha de la canonización y con ella la inclusión de san Josemaría en el catálogo de los santos y la universalización de su culto público.

La apertura de la Causa significaba que Dios quería que el Fundador del Opus Dei, además de haber vivido heroicamente la santidad y ser padre de una multitud de almas en el mundo entero, se convirtiera en modelo e intercesor de hombres y mujeres de toda clase y condición en el globo terráqueo. Precisamente, en 1933, al solicitar permiso para arreciar en sus penitencias, exhortaba a su confesor con estas palabras: “Mire que Dios me lo pide y, además, es menester que sea santo y padre, maestro y guía de santos”. Dios quería que fuera por delante siempre y no solo con el buen ejemplo, sino como maestro y guía de santos y, a través de la gracia de Dios, llevó a la práctica ese difícil requerimiento.

Efectivamente, a lo largo de estos años, entre algunos de los fieles del Opus Dei ya fallecidos, el Espíritu Santo ha ido suscitando una auténtica fama de santidad y favores. Una vez estudiadas las circunstancias y la documentación de cada uno, la Prelatura del Opus Dei, como parte actora, ha ido solicitando a diversos obispos diocesanos de diversos lugares donde fallecieron los Siervos de Dios, la instrucción de diversos procesos de beatificación y canonización.

Lógicamente, esos procesos y otros que se pondrán en marcha en el mundo entero en los próximos años, tendrán una característica común: la fidelidad al espíritu que Dios entregó a san Josemaría; la santidad del mundo desde dentro y, por tanto, iluminar desde sus vidas llenas de amor otras vidas y familias.

Al mismo tiempo, esas causas abiertas y las que se abrirán el futuro manifestarán la pluralidad del pueblo de Dios: hombres y mujeres, solteros y casados, laicos y sacerdotes, jóvenes y mayores, de todas las clases sociales, razas y culturas, idiomas y de todas las profesiones y modos de vida. Como recordaba el papa Francisco en la “Gaudete et exultate” se precisan santos de la puerta de al lado, las clases medias de la santidad, santos de barrio, de proximidad.

José Carlos Martín de la Hoz

A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Madrid 1992, Vol. I, p. 554.