Fernando Rielo

Recientemente, un profesor universitario señalaba la ausencia de los católicos en el ambiente intelectual; lleve razón o no -depende de dónde se busquen- es pertinente recordar que durante el siglo XX ha habido varias fundaciones eclesiales de las que uno de sus fines ha sido la evangelización de la cultura; una de ellas es la Asociación Id de Cristo Redentor de misioneros y misioneras identes. Fue fundada en 1959 por el español Fernando Rielo, laico, poeta, empleado de Correos; nacido en Madrid en 1923 y fallecido en Nueva York en el año 2004.

La Nueva Evangelización, impulsada por el papa Juan Pablo II, tenía y tiene un contenido cultural importante: revitalizar la vida cristiana en países de antigua tradición religiosa que parecen haber perdido la fe deslumbrados por los valores de la modernidad. En 2004, el Pontífice pedía al fundador de la Fraternidad de Comunión y Liberación, don Giussani, "volver a proponer de un modo atractivo y en sintonía con la cultura contemporánea el acontecimiento cristiano, percibido como fuente de nuevos valores capaces de orientar la existencia".

Fernando Rielo dio una gran importancia a profundizar en los valores espirituales -místicos decía él- de la cultura. Amante de la filosofía, en 1971 erigió la Escuela Idente para una visión científica de la realidad y su fundamentación última (pág.136) y en 1976 el Ateneo Apostólico, donde se iban a poner en valor, con una finalidad de apostolado, "todos los géneros artísticos, literarios y musicales, cualquier manifestación cultural y científica, todo lo que supone un ensalzamiento de los valores y vivencias del ser humano" (pág.144); por último, en 1982, se constituyó en Madrid la Fundación Cultural Fernando Rielo para patrocinar eventos de corte humanístico (pág.176).

De la lectura de esta biografía se desprenden varias cuestiones; en primer lugar las locuciones divinas que acompañaron a Fernando Rielo toda su vida y le impulsaron a la fundación de los identes; en segundo lugar el deseo radical de santidad, que trató de inculcar en sus hijos e hijas y que, en su caso, se manifestó por el dolor físico que tuvo que soportar debido a sus numerosas enfermedades y el dolor moral de verse rechazado, no por la Iglesia decía él, sino por algunas de sus autoridades que no llegaron a comprender su vocación. La última cuestión que salta a la vista es la dificultad existente en el Derecho de la Iglesia para incorporar fenómenos nuevos, integrados por laicos y sacerdotes, con una finalidad espiritual y apostólica.

Fernando había comenzado su actividad en 1959, en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, con el apoyo y la bendición del Obispo Diocesano: "¡Fernando -le había dicho- no abandones esto. Es una obra de Dios!" (pág.11); sin embargo, nada se había puesto por escrito y fallecido el Prelado el nuevo Obispo le desautorizó y prohibió la Asociación, que, sin embargo, ya se había extendido a la Península (pág.199). Fernando acudió a las instancias vaticanas donde tampoco obtuvo la aprobación que buscaba. En 1986, el fundador de los identes ironizaba acerca de no haber sido capaz tampoco de convencer al Espíritu Santo para de desistiese de una fundación que tampoco Fernando deseaba (pag.199).

Al final, la Fraternidad Idente fue aprobada por el Arzobispo de Madrid en 1994 -¡treinta y cinco años después de su fundación!- como Asociación Pública de Fieles (pág.238), y diez años más tarde, pocos meses antes del fallecimiento de su fundador, como Instituto de Vida Consagrada (pág.244). Para los identes, y en general para todos los cristianos, la evangelización de la cultura no es un fin en sí mismo, sino un instrumento de apostolado y un medio para alcanzar la santidad, la cual sí que es un fin último: cumplir con la voluntad de Dios y realizar su obra en el mundo (pág.35 y otras).

Hoy, de los institutos que reúnen a laicos y sacerdotes para la evangelización y la espiritualidad unos dependen del Dicasterio para el Clero, otros de los Religiosos y Sociedades de Vida Apostólica y otros del Dicasterio para los laicos; se hace necesario encontrar un camino más fácil en el Derecho Canónico para estas instituciones que ya habían sido previstas por el Concilio Vaticano II.

Un libro con mucha información, para lectores interesados en las cuestiones que plantea.