Pascal y sus cartas al Provincial

 

El Santo Padre Francisco ha publicado recientemente una carta apostólica acerca del pensamiento de Blas Pascal con motivo del cuarto centenario del nacimiento que me ha conmovido íntimamente, pues reconcilia a los jesuitas con Pascal exponiendo con minuciosidad el pensamiento de uno de los grandes intelectuales de todos los tiempos quien, en plena ilustración, fue fiel tanto a la fe como a la razón y llevó a muchos ilustrados de vuelta a la Iglesia y a la amistad con Jesucristo.

Asimismo, hay tres críticas que deseamos hacer al pensamiento de este genial francés que el Santo Padre, elegantemente, no ha realizado (y podía haberlo hecho), pero que ha dejado para que otros lo hagamos por él.

En primer lugar, debemos recordar que en pleno debate entre fe y razón que la ilustración exacerbó al máximo, tuvieron lugar las 18 cartas de Blas Pascal contra los jesuitas reflejadas en unas misivas anónima al Provincial de los jesuitas que se publicaron durante varias semanas en París desde enero de 1656 a marzo de 1657 (fueron editadas ya con el nombre de Pascal en 1760) y que tuvieron en vilo a toda la intelectualidad del momento y les dividieron a favor y en contra de los jesuitas.

Recordemos que los jesuitas eran los capellanes de la casa real francesa y quienes predicaban la Palabra de Dios con motivo de los tiempos litúrgicos y solemnidades del año, celebraban la Santa Misa, atendían las confesiones, llevaban el viático a los enfermos, etc. Es decir, las críticas de los rigoristas jansenistas se dirigían contra ellos.

Las cartas al provincial de los jesuitas que Pascal fue publicando, supusieron un buen escándalo y llevaron a muchas personas a enfriar su fe y su confianza en la Iglesia. Es decir, los mismos objetivos de la Enciclopedia dirigida por D’Alambert. En ese sentido cometió un error de cálculo, si su objetivo era defender a la Iglesia y no sólo denigrar a una de sus instituciones más beneméritas.

En segundo lugar, los ataques se dirigieron desde la óptica jansenista, es decir rigorista en la moral y en la propia relación con Dios. Si el objetivo de su filosofía era la armonía fe, razón y voluntad (“el corazón tiene razones que la razón no entiende”), debería haber sido más comprensivo con los que estaban ayudando al rey y a su Corte a vivir una vida moral de relación personal con Jesucristo y por tanto basada en la misericordia y el amor paciente de Dios más que en el rigor y la dureza de las monjas de Port Royal.

En tercer lugar, uno de los ataques más furibundos en material moral, era achacar a los jesuitas la aprobación de una tercera excepción al préstamo con interés que había aprobado Santo Tomás de Aquino: al lucro cesante y el daño emergente, habrían aprobado los préstamos en precario que dinamizaron la vida económica en Europa. Las críticas contra los jesuitas debían haber ido contra los dominicos españoles de la Escuela de Salamanca Francisco de Vitoria y Domingo de Soto quienes apoyaron a los mercaderes españoles y les abrieron un camino de santidad en el mercado global europeo del siglo XVI con el descubrimiento de América y el cambio de paradigma.

José Carlos Martín de la Hoz

Papa Francisco, Carta “Sublimitas et miseria hominis”, Roma, 19 de junio de 2023.