El mundial de fútbol femenino que ha conquistado la selección española ha acelerado el proceso de convertir el fútbol femenino en un fenómeno de masas, en nuestro país y en el resto del mundo.
Hace unos días comentaba una persona bien informada de la situación económica de las jugadoras y de los motivos que los había llevado a convocar una huelga durante, al menos, dos fines de semana, con grave quebranto de la débil situación económica de los clubes y de las propias jugadoras y, concluía, que realmente lo veía muy difícil de solucionar.
Indudablemente, el fútbol femenino es un espectáculo distinto como podrían serlo las pruebas de Atletismo. En cualquier caso, la belleza y el atractivo de un espectáculo de masas, como los citados, requieren el paso del tiempo, de modo que se vaya incrementando la afición poco a poco, en la medida en que cada vez haya más aficionados específicos y eso se trasmite de padres a hijos.
Lógicamente, el sistema de juego, en el caso del fútbol, irá cambiando, como ha sucedido desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días, y va a ir dependiendo de la técnica que vayan adquiriendo las jugadoras y, también, de lo que aprendan de las extranjeras que lleguen, del contacto con personas de buen nivel y, desde luego, influirá mucho el propio trabajo en equipo.
Por supuesto, gracias a la mejora del rendimiento físico, se irá expresando cada vez mejor los talentos de las jugadoras. Todo esto requerirá indudablemente tiempo, como requiere el paso del tiempo que cada vez haya más personas que se entusiasmen y disfruten del partido y de los buenos partidos como sucede en tantos países del mundo que siguen las competiciones de futbol europeo por el talento, técnica y fortaleza de los jugadores.
Sería un error intentar acelerar un proceso que es de por sí muy lento, pues no se trata de una moda pasajera sino de un deporte espectáculo destinado a llenar estadios y provocar pasiones y sencillamente el descanso mental de la población: el “pan y circo” de los emperadores romanos.
Intentar acelerarlo mediante subvenciones, ayudas extras o cuotas de pantalla, solo serviría para hacerlo odioso y, como todo lo obligatorio, menos atractivo como sería ponerlo por la televisión a todas horas. Hay que respetar la libertad.
Efectivamente, las jugadoras ganarán más dinero en la medida en que produzcan más dinero, efectivamente con alguna ayuda para que las jugadoras que tengan talento puedan tener más dedicación y después puedan incorporarse al mundo laboral con mayor facilidad. Es decir, ganarán más dinero en la medida en que generen más beneficios y terminarán por equipararse al futbol masculino, indudablemente, pero necesitarán crear su propio público y su propia afición, su estilo de juego y su propia técnica adaptado a sus condiciones físicas.
José Carlos Martín de la Hoz