Es interesante que en este manual de ética empresarial coordinado por Gregorio Guitián, ordinario de teología moral de la facultad de teología de la Universidad de Navarra y un conjunto de profesores de la misma, se recuerde la íntima conexión entre ética empresarial, el concepto de virtud y el del bien común, pues, al menos hasta el momento se viene acusando a la virtud de cierto encerramiento sobre sí con resabios de esfuerzo denodado y negación.
Es interesante descubrir que, desde el primer momento de este Manuel de ética empresarial, se afirme: “La promesa de un mercado autorregulado, compuesto por ciudadanos que se comportan de forma honesta y honorable no se ha cumplido. Lo que ha surgido a lo largo del tiempo es una compleja red de reglamentos y derechos diseñados para proteger a las personas de los peores excesos de aquellos con los que hacen negocios”.
Inmediatamente, después de esta critica a Adam Smith, añadirán: “Todas las escuelas de negocios enseñan ética empresarial, un reconocimiento implícito de dos cosas, creo: la protección legal siempre será incompleta, y no podemos contar con que la gente haga lo correcto “naturalmente” (24).
Así pues, el concepto de bien común es importante: “El éxito de los negocios es como el éxito en un deporte en equipo: todo el equipo junto gana el partido (…) su propósito común requiere algo más que la mera alineación de intereses individuales” (31).
Inmediatamente, hemos de señalar que la afirmación: “las tres fuentes de la ética de la virtud en la empresa son Aristóteles, la DSI y Alasdair Macintyre” (37) parece bastante sorprendente, por eliminar grandes autores que trataron de esa materia como santo Tomás y san Agustín y toda la renovación de la escolástica del XVI, como la Escuela de Salamanca, tan elogiada en otras áreas de la economía.
Enseguida, nuestros autores descenderán a una relectura de Aristóteles, para recordar que “las inclinaciones y tendencias se denominan virtuosas en la medida en que están de acuerdo con la naturaleza humana y su fin último” (38). Añadirán, citando a Aristóteles, que “el bien humano resulta ser la actividad del alma que expresa la virtud” (Ética a Nicomaco 1098ª).
Asimismo, señalarán que “las acciones voluntarias son aquellas que los agentes realizan de forma intencionada y deliberada, recibiendo elogios o reproche” (EN 1111ª). Solo las acciones voluntarias son humanas. Las acciones voluntarias buenas son acciones virtuosas. Finalmente recordarán que las virtudes hacen referencia a la felicidad o vida virtuosa en cuanto que esos hábitos operativos buenos dan facilidad para obrar y para obrar bien pues están conectado con el fin último.
José Carlos Martín de la Hoz
Gregorio Guitián (ed), Ética empresarial. Un enfoque de la ética de la virtud y del bien común”, Eunsa, Pamplona 2023, 290 pp.