La sombra de las redes sociales

 

No utilizo las redes sociales en el día a día. Se puede decir que me resulta de utilidad una, a la que recurro de cuando en cuando y que me sirve de almacén y modo de transmisión de algunos textos y vídeos. Pero salvo esa -YouTube- que uso de pascuas a ramos, el resto no las conozco.

Pero vivo a la sombra de la gran influencia de esos medios. Influencia que, con mucha frecuencia, resulta perniciosa para un porcentaje elevado de usuarios. Me llegan las consecuencias. Me doy perfecta cuenta de la cantidad de tiempo que un buen número de conocidos dedica a esos medios, en gran medida solo por curiosear. En el mejor de los casos para informarse, pero con ese afán exagerado de estar a la última cuanto antes.

Sin entrar, sin conocerlas, solo por comentarios, tengo datos suficientes para considerar que, casi todas, tienen abundante basura. Atrayente y perniciosa. Como en todo, en esos medios hay personas que publican cosas interesantes. Hay sin duda mucha gente que accede por necesidad y utilidad del día a día personal o laboral. Pero un efecto muy generalizado, buscado por la publicidad que se inserta y por los intereses económicos de la red concreta, es la provocación que induce a muchos a curiosear, en muchos casos inmoralidades.

Basta estar un poco al día, oír a las personas, escuchar preocupaciones de padres o de profesores, para saber suficiente sin ni siquiera hacer yo nada por entrar. Sé que en algunos medios políticos y educativos se realizan estudios con el fin de informar e intentar influir positivamente, pero, tristemente, el afán lucrativo es algo que predomina, de modo preocupante, sobre cualquier otra motivación o valoración.

Y ya se sabe, si hay pornografía, hay más entradas, más movimiento, más dinero. Y poca gente influyente deja de lado los inconvenientes que puedan surgir y se ponen a trabajar de lleno en limpiar la sociedad de basura.

Los móviles, hoy por hoy, son de una utilidad grandísima para infinidad de cuestiones de todo tipo, de comunicación, de información, de situación y orientación, de entretenimiento en un viaje aburrido de tren. Pero eso no es motivo suficiente para que unos padres imprudentes e irresponsables le proporcionen un móvil a su hijo de 14 años, como regalo de cumple o ¡de Primera Comunión! Advertimos de que les mueve tener “contento” a su hijo en el día a día. Pero la realidad es que los destrozan.

Es una problemática bastante compleja. A ver a quien se le ocurre denunciar que tal o cual red -que está enriqueciéndose de manera descarada- haya que cerrarla porque es dañina para la salud social. A ver a quien se le ocurre proponer que los móviles sean de uso habitual solo mayores de edad. Quien es el valiente que sugiere en las Cortes o en un artículo de influencia, que se deben vigilar los contenidos de estos medios para evitar daños morales.

El desmadre es generalizado e incontrolable, pero al menos en el plano personal y familiar, cada uno debería pensar un poco en qué uso debe hacerse de estos medios de comunicación.

Ángel Cabrero Ugarte