La expulsión de los judíos de España (último país de Europa en hacerlo) en 1492, produjo la rápida desaparición del crédito usurario que se había practicado en el mundo occidental durante muchos siglos. Precisamente, la llegada del oro americano, del oro de la esclavitud de los negros camino de Europa y América y, finalmente, del oro de las especies que llegaban desde el oriente, multiplicaron las exportaciones en Europa que era el centro de un mundo económico en la primitiva globalización del siglo XVI.
las expectativas de beneficios extraordinarios, la libre circulación de ciudadanos y de mercancías fueron un estímulo de la producción industrial (puesto que había que llevar a América y a Asia todo lo necesario para vivir). Consecuentemente, la escuela de Salamanca admitió junto “al daño emergente” y “lucro cesante” permitidos por santo Tomás de Aquino, los préstamos en precario, característicos de una economía de globalidad sustituyeron la usura por los créditos en precario entre particulares.
Inmediatamente, surgieron mil ideas nuevas y sistemas para realizar la compra venta y, por supuesto, la solución del pago de las deudas con la aparición de las letras de cambio, los pagaré, en definitiva, el mercado del crédito de bajo interés con plazos e imposiciones que propiciaron un crecimiento económico sin precedentes “que aún en la actualidad es en gran parte desconocido” (13). La hipótesis de Max Weber es solo la punta de un iceberg todavía desconocido, pues también podríamos decir que la Escuela de Salamanca está en el origen del ganar dinero, incrementar el beneficio y enriquecerse honradamente.
El trabajo coordinado por Monserrat Cachero Vinuesa y Natalia Maillard Álvarez lo explica desde su inicio con estas significativas palabras: “En historia económica algunos autores han denominado Revolución financiera a este incremento en el volumen de crédito debido a emisiones masivas de deuda pública y privada y a cambios en la regulación. Varios expertos en el estudio de mercados financieros han constatado este fenómeno en diversos mercados europeos en el período comprendido entre los siglos XV y XVII” (13).
A continuación, se señalan las características del espacio y del tiempo, de la geografía mundial y local, la homogeneidad política y la cadencia de los reyes de España y emperadores en el siglo XVI: Carlos V, Felipe II, Felipe III, así como la limpieza de los caminos que permitieron la globalización de las ferias y la cadencia de los mismos para poder resolver pagos pendientes, gestores de inversor y de deuda: “la elevada popularidad del mercado de crédito en la Edad Moderna ha sido explicada por variables como la flexibilidad o el plazo”. A lo que se añaden elementos como las notarías de las grandes urbes donde “se firman cartas de crédito, se compran y venden bienes muebles, se formalizan compañías y contratos de agencia, protestas y requerimientos, se cobran deudas y se realizan arbitrajes mercantiles” (18).
José Carlos Martín de la Hoz
Montserrat Cachero Vinuesa (ed), El laberinto del crédito en la Edad Moderna. Instrumentos, agentes y mercados, ediciones Sílex, Madrid 2023, 191 pp.