Tenía a mi alcance, pendiente de comenzar su lectura, un libro recién editado de Natalia Ginzburg, titulado “Domingo”. Una enfermera -estaba yo en una clínica- al ver el libro le salió con toda naturalidad algo así como “qué bonito ese libro, qué buena pinta tiene”, con ojos de curiosidad y de saber de qué iba. Le dije que era una autora interesante y que todavía no había empezado a leerlo. Lo cogió y comentó “qué bonito, me gustaría leerlo”, o algo parecido.
He de decir que el libro, ya casi terminado, no se lo recomiendo a nadie. Es indudable que la editorial se aprovecha de la buena fama de esta escritora y crea un producto atrayente con una portada muy simpática. Solo verlo, si lo encuentras en las baldas de una librería, te atrae, y, si a continuación descubres que es una autora que ha tenido éxito con alguna de sus obras, sientes desde el primer momento el deseo de comprarlo.
Yo lo he leído casi completo y no me parece especialmente recomendable. Es indudable que Ginzburg escribe bien, pero también se nota a la legua que no sabe de qué escribir. Le falta tema y nos cuenta historias sin interés ninguno, repetitivas, y en algunos casos impúdicas. Es un libro de relatos y dedica, por ejemplo, casi veinte páginas para contarnos como anduvo buscando casa en Roma, las relaciones con los caseros y lo que pensaba su marido.
Escribe varios relatos casi iguales sobre la situación penosa de los trabajadores en fábricas italianas en la época de Mussolini. Describe los lugares inmundos y los horarios inhumanos, etc., repitiendo tal cual en varios de los capítulos.
El libro tiene como subtítulo “Relatos, crónicas y recuerdos”, y, efectivamente, es una aglomeración de todo lo que el editor ha encontrado por ahí de la autora, sin ningún interés en sí mismo, ni relación apenas entre ellos.
Si vamos a las librerías vemos que hoy se edita de un modo mucho más atractivo. Una tapas coloridas y artísticas, buen papel, tonos agradables… Y he pensado en varias ocasiones que tienen pocas obras de verdadero interés para editar, novelas importantes, con fondo, con calidad. Y que sean verdaderamente recomendables para un público general o un público que no quiere obscenidades.
Por lo tanto, hay que ir con prudencia, no dejarse engañar por la presentación, sabiendo que la editorial quiere vender, quiere colocarnos el producto por la primera impresión. Y saben, los editores, que hay mucha gente que no sabe qué comprar, no tiene prioridades.
Ya no digamos cuando alguien se acerca a la librería para comprar un libro para un regalo. O sea, alguien que apenas lee un libro en su vida, pero sabe que su amigo, que va a cumplir años, es un buen lector. Entonces llega a la librería y se lleva el “más bonito”. Por supuesto, si pregunta al librero le dirá que es estupendo, qué va a decir.
En fin, que más que nunca es importante orientarse, buscar referencias seguras, ver qué dice ese amigo que lee mucho y tiene buen criterio. O buscar en el Club del lector o lugares semejantes de confianza, antes de comprar cualquier cosa. Aunque tenga una presentación maravillosa.
Ángel Cabero Ugarte