Hay hogares en donde se percibe la exigencia, el empeño por las cosas bien hechas, el espíritu de sacrificio. Pero hay hogares en donde los padres ausentes no saben de la pereza de los hijos, del tiempo perdido en procacidades. Hay familias numerosas justitas de medios y de caprichos, con una alegría rebosante. Pero hay familias tristes con padres regañones, que no están en el día a día para educar.
Hay padres que se empeñan en lo que tienen que ser sus hijos, sin apenas dejarles que sigan sus gustos. Tienen que ser deportistas porque lo que se lleva es que el niño sea futbolero al cien por cien, pero nunca le han animado a leer un buen libro. Hay familias que planifican con mucho tiempo sus viajes, sus vacaciones, pero no piensan casi nunca en cual es el mejor momento para participar en la misa.
Hay padres que se las dan de gente importante porque ganan mucho dinero, pero no aparecen por casa para casi nada. Se olvidan de que son padres. Hay hijos que dependen de la señorita de compañía o del campamento de verano, pero que apenas conocen a sus progenitores. Hijos que reciben grandes regalos por Reyes o en su cumpleaños, pero no tienen ningún regalo paterno en el día a día. Y, lo que es peor, a veces ni materno. Hay mucho trabajo y no hay tiempo para educar.
Pero hay padres que dan prioridad a lo trascendente. Saben que lo esencial en su familia es el ambiente cristiano. Son ambientes donde se vive de fe. Son padres que se apoyan en la Gracia de los sacramentos y por lo tanto valoran la misa. Por supuesto la de los domingos, pero también la de diario. En cambio, vemos otros que se dicen creyentes, pero el domingo van a la iglesia si hay tiempo… y no suele haberlo: hay mucho viaje, mucho capricho, muchas necesidades creadas como para participar en el sacrificio eucarístico.
Hay familias a quienes se les supone una fe cristiana, pero a la hora de planear vacaciones ni por un instante se les ha ocurrido pensar cómo van a poder ir a misa el domingo del crucero o del viaje por Europa. En cambio, hay familias que se sienten cristianas y viven su fe día a día, que en la programación veraniega plantean, antes que nada, la facilidad para la práctica cristiana, de padre e hijos.
Estamos en unos tiempos en que hay pocos términos medios. El que es, es. La familia que se siente cristiana lo manifiesta casi sin darse cuenta. Lo primero es lo primero y lo segundo está muy por debajo. No existen apenas esos que son y no son, porque el ambiente arrastra a los mediocres hacia abajo y a los convencidos hacia arriba. Porque estos son conscientes de que no pueden despistarse un momento.
El ambiente es anticristiano. Los programas televisivos, las redes sociales, las historias que circulan y las imágenes. De todo hay y también algunas cosas buenas, pero abunda la basura y si los padres cristianos se duermen un poco pronto se dan cuenta del daño sufrido. El ejemplo es esencial. La frecuencia de sacramentos es más importante que nunca. La confesión frecuente la necesitamos todos.
Las familias creyentes, consecuentes y responsables, ponen medios, los mediocres no. Y caen, poco a poco, cada vez más bajos, porque el ambiente arrastra. No estamos en una sociedad que ayude, vamos contracorriente, y eso supone una lucha constante.
Ángel Cabero Ugarte