La ilusión del trabajo comenzado

 

Encarnación Ortega Pardo acudió a unos días de retiro espiritual en una casa muy cercana a Valencia, en la localidad de Alacuás. Corría el mes de abril de 1941 y un grupo de jóvenes universitarias de la posguerra, convocadas por la Acción Católica femenina de Valencia, se preparaban para asistir a unos “ejercicios espirituales” dirigidos por san Josemaría Escrivá de Balaguer, íntimo amigo de don Antonio Rodilla Vicario general de la diócesis, quien lo había recomendado.

Antes de entrar en la primera plática del retiro, Encarnita se acercó a saludar al predicador y decirle que era hermana de Gregorio Ortega Pardo, un universitario, buen estudiante de derecho, que conocía sobradamente al Fundador del Opus Dei, de la Residencia Samaniego de la capital del Turia.

Según narraba Encarnita, las meditaciones y pláticas de San Josemaría tenían una especial fuerza y golpeaban las almas de las asistentes llevándolas a una oración, personal, intima y confiada con Jesucristo. Aquel sacerdote santo tenía un don de Dios y la gracia actuaba.

De aquellos días sacó muchas ideas y consecuencias para su vida personal, pero hubo una que se le quedó especialmente grabada en el alma y que luego ha salido publicada en un número de Forja, una de las obras póstumas de san Josemaría: “la mejor mortificación es la perseverancia en la ilusión del trabajo comenzado” (n. 409).

Efectivamente, es importante perseverar en el camino de la santidad, del amor de Dios y de sus diversos estados de vida o vocación que cada uno haya recibido de Dios y que constituye su camino hacia el cielo.

Pero, lo importante es perseverar en la ilusión, es decir, no perseverar por perseverar, aguantar como se pueda, ni perseverar como mero continuismo, o por pura fidelidad a la palabra dada.

La ilusión en la vida de santidad se denomina la virtud teologal de la esperanza y esta ha sido escogida como lema del papa Francisco para el año jubilar que se vivirá en la Iglesia desde el 24 de diciembre de 2024 hasta el 6 de enero de 2026. Durante ese tiempo y en los diversos jubileos que llenarán Roma y sus alrededores se predicará y se insistirá en la virtud de la esperanza: “Spes non confundit” (Rom 5, 5), es decir, “la esperanza no defrauda”.

Precisamente, el santo Padre en el comienzo de la Bula concreta todavía más cuales son sus ilusiones: “La esperanza, efectivamente, nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz” (n. 3).

José Carlos Martín de la Hoz

Papa Francisco, “Spes non confundit”, Bula del jubileo ordinario del año 2025, ediciones Palabra, Madrid 2024, 47 pp.