Jóvenes con vida cristiana

 

De las experiencias más impactantes y emocionantes que hoy día se pueden tener es conocer a un chaval, adolescente o cerca de la mayoría de edad, con una notable vida cristiana. Lo grande es que no descubres ese tesoro por algún hecho espectacular, ni porque alguien te lo cuente, sino por detalles que se notan en su vida normal.

Y es conmovedor por ser hoy un tesoro difícil de descubrir. No resulta fácil toparse con esa sorpresa. Por desgracia estamos acostumbrados a otras experiencias. Chicas, chicos, pegados al móvil, que ni van a misa el domingo ni tienen un atisbo de piedad. Es lo más frecuente y nos hace pensar cómo será la sociedad nuestra en un futuro no lejano.

Es doloroso convivir con estas situaciones cuando se trata de padres cristianos. Hay otras muchas familias que no se percatan del problema, porque tampoco los padres tienen un gran interés. En lo que habría que detenerse es en lo que resulta más chocante y preocupante: que una familia que siempre ha vivido en cristiano no consiga educar a sus hijos en el amor de Dios, en el sentido de adoración.

Que los hijos crezcan como buenos cristianos depende de los padres. En primer lugar, es esencial que ellos sepan crear un ambiente de piedad. Ni forzado ni exagerado. Un hogar donde se reza. Son detalles, unas breves oraciones nocturnas, bendecir la mesa, el Ángelus. Si los padres rezan el Rosario juntos quizá los hijos van uniéndose.

La misa del domingo es central en ese ambiente familiar y, por lo tanto, se prepara con esmero, poniendo a los hijos las mejores galas, eligiendo la hora más adecuada, dando prioridad sobre cualquier otra actividad. Sería lamentable que se hicieran diversos planes, visitas, deporte, comida en casa de no sé quién y luego, ya si eso, la misa.

En segundo lugar, hay que evitar en la vida de los chavales todo lo que pueda hacerles daño. Por supuesto el móvil es de las cosas que más daño les pueden hacer. Empeñarse en que deben tener móvil porque lo tienen todos, es una grave irresponsabilidad. Vivimos probablemente la época más nociva para la vida de los jóvenes de toda la historia de la Humanidad. Los padres no pueden ser ingenuos y quedarse al margen. No deben tener móvil, es un peligro grave, hasta que sean mayores. ¿18 años? La experiencia es buena en no pocas familias.

Y sería una ingenuidad dejar que los hijos se vayan a casa de un amigo o de una amiga, a pasar la tarde, sin saber qué costumbres tienen en esa casa. Si allí se permite a los niños los móviles está claro que no deben ir vuestros hijos. Los padres no pueden quedarse al margen.

Tercero, los padres tienen que dar ejemplo a sus hijos en las diversas virtudes que deben ir adquiriendo de modo natural y que no van a aprender fuera de casa. Para eso el padre y la madre tienen que ir por delante. Por ejemplo, en el orden en la casa; si los padres son desordenados -basta que lo sea uno de ellos-, el caos está asegurado. Ellos tienen que ser puntuales para que los hijos lo sean. Deben evitar palabras malsonantes por las mismas razones. Debe ser evidente la generosidad con los demás.

Dentro de ese horario estarán los deberes del cole. Quizá quepa salir para hacer algo de deporte, si hay donde, o ver una película adecuada y bien pensada, si queda un rato libre. Sería muy importante que los hijos se aficionaran a la lectura. Para ello es imprescindible que sean los padres quienes den ejemplo y se sienten algún rato a leer un buen libro.

Todo esto es posible si no hay móviles en la casa. Es bien conocido que son muchos los chicos y chicas que dedican dos o tres horas al móvil. Entonces todo lo demás que se pueda sugerir es ya imposible, sin entrar en el daño moral muy grave que supone.

Estamos hablando de la vida cristiana de vuestros hijos, de su paz interior, de su alegría, porque es lo que surge de una vida limpia y plena de virtudes cristianas.

Ángel Cabrero Ugarte