Hace unos días tuve la fortuna de ser invitado a intervenir en una Convivencia anual que tiene lugar en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma a finales de julio, dirigida a sacerdotes jóvenes de diversas diócesis de España bajo el título general “Aprender Roma”. En esta ocasión el tema de la Convivencia era “El año de la oración como preparación al jubileo de 2025” (22-27 de julio de 2024).
La primera intervención magisterial de la Convivencia fue la de Mons. Antonio Prieto, Obispo de Alcalá de Henares y la sesión de clausura corrió a cargo del Prof. Dr. D. Pablo Blanco, Profesor Titular del Departamento de Teología Sistemática de la Universidad de Navarra.
Precisamente en el aula “beato Álvaro del Portillo” donde tuvo lugar mi intervención, había asistido veinte años atrás a la solemne sesión de apertura del proceso de beatificación y canonización del beato Álvaro del Portillo, en la que el Prelado del Opus Dei Mons. Javier Echevarría dijo en el discurso final, después de los juramentos de los miembros del Tribunal, que ese proceso y otros muchos se irían abriendo pues ya estaba canonizado san Josemaría y por tanto, hasta el 6 de octubre de 2002, “todas las fuerzas disponibles habían estado concentradas”, pero ahora se irían poniendo en marcha otros procesos, como así ha sido.
Mi tema era “la oración de los santos” y un proceso de canonización es estudiar la vida de oración del correspondiente Siervo de Dios y la constatación de cómo la gracia de Dios es transformante y a través del trabajo convertido en oración, las relaciones convertidas en oración, los sacramentos convertidos en oración y la oración convertida en oración, Dios Espíritu Santo va haciendo llegar el corazón del santo a la intimidad con Jesucristo que es la santidad.
Precisamente, san Josemaría cuando llevaba pocos años de vocación al Opus Dei, en 1932, escribía en sus Apuntes íntimos que había llegado a la síntesis: en lo humano, decía, lo importante es “omnia in bonum”, (Cfr. Rom 8,28) que “todo es para bien”, y en los sobrenatural, lo importante es el diálogo con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo”.
El secreto de la santidad es tomar todos los problemas y dificultades de la vida, como materia de y oración y de un diálogo encendido y personal con Dios Padre, con Dios Hijo y con Dios Espíritu Santo, pues entonces llegamos a la identificación: “Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo vive en mí” (Gal 2,20).
De hecho, al final de la Plegaria eucarística se traza el camino por el que los santos han llegado a la complicidad con Jesucristo: “Por Cristo, con Él y en Él”. Se comienza a hacer las cosas por amor a Jesucristo, con rectitud de intención. Entonces se descubre que eso es imposible a no ser que se aprenda a hacer las cosas con Jesucristo, unidos, en compañía y en complicidad. Entonces, es cuando podemos hacer las cosas en Jesucristo, que es sabernos cómplices de Dios, personas de total confianza. Los santos son quienes se juegan la vida por Jesucristo para terminar la vida junto a la Vida.
José Carlos Martín de la Hoz