Auge y ocaso del imperio Bizantino

 

El profesor Peter Sarris de la Universidad de Cambridge, ha realizado un enorme esfuerzo de síntesis para desarrollar en muy pocas páginas los orígenes del Imperio Romano de Oriente y su sucesiva vida, primero como imperio bizantino, luego como un imperio en expansión y finalmente como un imperio en frontera con el Islam.

El último capítulo de la obra nos recordará la triste caída del imperio bizantino en manos de los musulmanes en 1454 y el traslado de la capital de Bizancio a Kiev donde arrancaría el imperio ruso que se siente heredero de Bizancio.

La caída de Bizancio fue el resultado de la desconfianza mutua entre la cristiandad oriental y occidental, especialmente centrada en Constantinopla como ciudad imperial que terminó por segregarse en el gran cisma oriental con Miguel Cerulario en 1054 hasta que, en 1454, al no haber superado la desconfianza terminó por ser invadido por el Islam que llegaría por dos veces a la frontera con Viena.

Es interesante recordar, como hace Peter Sarris la importancia de Justiniano y de su esposa Teodora quienes llevarían el imperio bizantino a un gran momento de apogeo aprovechando la caída del imperio romano y la débil situación de las tribus germánicas que arrasaron occidente durante siglos hasta que en el siglo XIII se pueda ya empezar a hablar de la Europa cristiana de las naciones y de un imperio que solo pocas veces llevó el protagonismo en Occidente.

Por otra parte, el Imperio de Bizancio con más o menos tierras nunca logró la creatividad que tuvo el imperio en occidente y, de hecho, las diversas invasiones de persas y musulmanes fueron reduciéndolo de tamaño y sobre todo la vida cultural e intelectual nunca volvió a sobresalir fuera de Constantinopla.

La vida cultural, intelectual y religiosa en el imperio se desarrolló en los monasterios siendo los del Monte Atlas y los de Constantinopla los más importantes y eficaces, fuente de obispos y superiores de monasterios

La vida litúrgica cuidada y alimentada por los monasterios superó la crisis de León II el Isáurico y la famosa cuestión de las imágenes, que de haber triunfado hubiera dejando sin piedad popular al pueblo

Basta con leer la obra sobre las imágenes de san Juan Damasceno paras descubrir la hondura teológica de las imágenes e iconos. Nunca se ha dado culto divino a los santos sino veneración de sus imágenes y por tanto de su vida, ejemplo e intercesión delante de Dios. El cisma de Oriente fue ahondado por la triste conducta de los cruzados llegados de occidente que produjeron desolación a su paso en vez del necesario fervor y unidad con la ortodoxia.

José Carlos Martín de la Hoz

Peter Sarris, Bizancio. Erasmus, Córdoba, 2024, 189 pp.