En el 2026 se celebrará el quinto centenario del comienzo del magisterio de Francisco de Vitoria en la Universidad de Salamanca y con él el nacimiento de un nuevo humanismo que centraba el errático renacimiento italiano y el humanismo europeo en un movimiento humanista cristiano que ha perdurado hasta nuestros días.
La convergencia de grandes y jóvenes pensadores de diversos campos del saber que se beneficiaron de la amistad y del saber teológico de Vitoria, hace que podamos hoy hablar de una Escuela de Salamanca, no al estilo de las tradicionales escuelas de otros tiempos, como por ejemplo la famosa división que existía en el siglo XVI en Salamanca: la realista, la escotista y la nominalista.
Recordemos que la pertenencia a una escuela, conllevaba la preeminencia del maestro o fundador de la misma en cualquier disputa y por tanto la parafernalia del “magister dixit” y las discusiones acaloradas acerca de la mente del maestro de la escuela, magistralmente descrita por Melquiades Andrés.
Hablar de Escuela de Salamanca es hablar de un estilo, de un modo nuevo de hacer, de la unidad de las ciencias: teología, derecho, filosofía, moral y economía. Buscando sintonía y deseos de encontrar la verdad.
De hecho, el propio Vitoria animaba a sus alumnos a someter a crítica las tesis directamente leídas de las fuentes, como hacía santo Tomás que empezaba su argumentación en la “Suma Teológica” con los argumentos en contra, después venia el corpus razonado con los lugares teológicos y después volvía, para refutar los argumentos en contra. De ese modo quedaba claro que el espíritu de Salamanca era fundamentar las cuestiones en las fuentes, sin ser serviles a las mismas o a los autores. Ratzinger llamará a este método: “teología arrodillada”.
Indudablemente, lo que más unificaba a la Escuela de Salamanca era, en primer lugar, el método teológico. Es decir que, para abordar una cuestión teológica, se seguía la búsqueda de los argumentos en primer lugar en la sagrada Escritura, Tradición, Magisterio, Corpus Iuris, Decretalistas o teólogos que habían comentado la misma cuestión.
Seguidamente, como característica de la Escuela de Salamanca, estaba la búsqueda serena de la verdad, en primer lugar, usando un buen latín, casi ampuloso mostrando la categoría de las lecturas de los clásicos y, a continuación, con un latín preciso, bien cultivado y adecuado al nivel de la exposición correspondiente.
Prueba de esa serena búsqueda de la verdad y la formación de las mentes y los corazones de los alumnos estará el deseo de recuperar las “Relecciones Teológicas”. Es decir, el claustro marcaba la materia que debía explicar cada profesor y se le pedía a cada uno que, de acuerdo con los temas de las clases buscara un tema para desarrollar en una relección y que fuera del interés de todos en las diversas materias que cursaran.
José Carlos Martín de la Hoz
José Carlos Martín de la Hoz y León Gómez Rivas, El Maestro Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, Sekotia, Madrid 2025, en prensa.