Presentamos el trabajo de las sociólogas Eva Illouz, catedrática de la EHESS de París y Dana Kaplan investigadora de la Universidad Abierta de Israel, ambas especializadas en “capital sexual en la Modernidad tardía”.
El desenfoque de fondo del trabajo que ahora presentamos consiste en fundir de modo sistemático el amor de agapé con el amor eros. Esta es una cuestión capital para la materia que nos ocupa y mucho más desde la liberalización sexual que se extendió en la civilización occidental desde la revolución del 68 (11). Efectivamente, Benedicto XVI tuvo la precaución de detenerse a tratar antropológicamente la cuestión del amor tanto en la filosofía clásica como en la modernidad tardía en su primera Encíclica, “Deus caritas est”, pues eso clarifica la cuestión grandemente como hace también san Juan Pablo II en su detenida Teología del cuerpo.
Deseamos ahora referirnos a las conclusiones que se van extrayendo. En primer lugar, debería cambiarse el título de “capital sexual” por “capital humano”, puesto que la oferta antropológica de la mujer en el mundo es mucho más que la seducción sexual o la oferta sexual explícita. Por otra parte, las propias autoras expresan su desconcierto pues el “capital sexual” tal y como lo entienden ellas, reconocen que conduce a un callejón sin salida, pues se convierte es un factor de desigualdad en la sociedad y entre las mujeres (24). El libro se centrará sobre todo en las relaciones heterosexuales (20).
La primera conclusión sociológica tomada fundamentalmente de Estados Unidos sería la siguiente: “el capital sexual tardomoderno no solo está configurado por el capitalismo neoliberal, sino que también lo legitima y ayuda en su avance” (33).
Enseguida se centrará en un tipo habitual de relación que equivaldría a la banalización del sexo: “Más bien, lo que se intercambia es sensualidad y produce capital social en círculos sociales más reducidos y relativamente limitados” (51). Enseguida aparecerá los restos del marxismo: “Más bien, el capital sexual tardomoderno es parte de la estructura de clase, justamente porque es acumulado por los individuos en su vida cotidiana, intima” (56).
Finalmente, plantearán nuestras autoras que “Más bien, el sexo y la sexualidad se han vuelto mensurables y objetivados como elecciones de estilo de vida y de identidad, como habilidades y técnicas improbables, como modos de comunicación personal, caminos hacia el bienestar y evidencia de creatividad, experiencia y singularidad manifiestas” (61).
En las últimas páginas y al evitar completamente el amor y otras relaciones de amistad o de pareja, concluirá: “Estamos de acuerdo en que en la modernidad tardía el sexo se capitaliza y utiliza para el bien personal en lugar de para el bien común” (73).
José Carlos Martín de la Hoz
Eva Illouz y Dana Kaplan, El capital sexual en la Modernidad tardía, Herder, Barcelona 2021, 87 pp.