El filósofo, profesor y ensayista Michael Kempe (Friburgo 1966) ha redactado un magnífico ensayo sobre la vida, la obra y el pensamiento del polifacético ensayista, filósofo y científico Gottfried Wilheim Leibniz (1646-1716), uno de los intelectuales y científicos más completos del siglo XVIII.
El ensayo se articula a través de siete momentos escogidos en la vida de Leibniz que dan cauce al pensamiento y al fluir de las ideas de Leibniz muchas de las cuales continúa hasta nuestros días, como por ejemplo el desarrollo del cálculo infinitesimal o las máquinas calculadoras.
Indudablemente, hablar del maestro Leibniz en nuestros días sería lo mismo que hablar de programas “I+D”, es decir de “innovación”, de integración de ilusión por crecer y progresar en el conocimiento de la naturaleza creada por Dios y, por supuesto, del hombre, centro de esa naturaleza y dominador de la misma.
Lógicamente, todo empieza por la funesta manía de pensar”, es decir de hacer avanzar a la humanidad, en muchos campos científicos, técnicos y humanísticos. La impresión que produce esta biografía es que Leibniz comenzó muchos proyectos y terminó casi ninguno. Nunca se detenía (175). Nunca se quedaba quieto (193).
En realidad, Leibniz estuvo metido siempre en muchos puntos de avance que unieron al género científico y humanísticos en su resolución. a la vez que intentaba volver a unir al género humano bajo un solo Dios, una sola fe y una sola liturgia y un solo optimismo (14). Eso sí, pero sin acudir al oficio dominical y, además, tenía fama de ser un verdadero “descreído” (152).
Es interesante comprobar cómo el pensamiento económico y los mercados se fueron globalizando en aquellos siglos y todo afectaba a todo: el oro y la planta de América afectó a las minas de plata de Centroeuropa y descendieron los precios y se produjo inflación, no solo en España (56).
Asimismo, los grandes problemas del siglo XVIII, acabaron siendo casi los mismos que en el día de hoy: “la existencia y la acción de Dios. El problema del mal físico y el mal mora; la libertad, no como capacidad de escoger, sino como cauce para autodeterminarse al bien y, finalmente, la centralidad de Jesucristo (60, 83).
Su intuición filosófica y científica también fallaba, por lo que se comprueba que era humano. Hay ejemplos muy palmarios de como avanza la ciencia experimental (56) y de cómo en teología conviene sopesar los argumentos para no caer en errores por simplificación como en el caso de la “negación de la transustanciación” (105) o cómo plantea la evolución de las especies (107).
José Carlos Martín de la Hoz
Michael Kempe, El mejor de los mundos posibles. Los 7 días que cambiaron la vida de Leibniz, Taurus, Madrid 2024, 300 pp.