Un cofre de medicinas

 

Los cofres en la antigüedad encerraban elegantemente los tesoros de la casa de una familia cristiana: las joyas y telas de la madre, esposa e hijas; la eucaristía mientras existía la “Domus Ecclesiae”, y la “Mater familiae” custodiaba la llave; el oro y la plata y las monedas; los candelabros y, en general, lo más preciado que se trasmitía de padres a hijos.

También se custodiaban en los arcones las medicinas y los libros sagrados y profanos, pues constituían la medicina del alma y del cuerpo. Por eso, estaban juntos en lugares escondidos del hogar. Incluso hubo una época en que los libros litúrgicos estaban encadenados junto al ambón para que los que sabía leer pudieran acercarse a leer y no se lo llevaran a casa porque eran los textos sagrados, Palabra divina, para amplios territorios (13).

Los cristianos se acostumbraron a contemplar el rápido paso de la trasmisión de la revelación oral a la escrita, a leer en voz alta para que se beneficiaran los analfabetos (se calcula que eran el 90% de la sociedad) y todos alimentaran sus almas y curaran sus enfermedades espirituales (117).

El profesor Gamble (1941) ha sido catedrático de Nuevo Testamento y cristianismo primitivo de la Universidad de Virginia en Estados Unidos y en este ensayo muestra una gran solidez tanto de investigación como de fundamentación.

Una de las conclusiones más interesantes y trabadas de este trabajo es la preponderancia de la revelación oral sobre la escrita hasta casi el siglo III cuando ya habían desaparecido la totalidad de los testigos oculares y la posterior generación de los discípulos de Jesús (146).

Asimismo, nuestro autor presenta un gran esfuerzo historiográfico para hablar de las primeras grandes bibliotecas del cristianismo: Esmirna (201), Hieropolis (201), Antioquía (202), Jerusalén (203), Cesarea de Palestina (203), Alejandría (210), Vaticano (212). Lógicamente, antes del 313 hubo grandes bibliotecas en casas de cristianos pudientes y en las “Domus Eclesiae” (259).

Presenta un interesante resumen del origen y desarrollo de la liturgia de la Palabra en la Santa Misa (272), el púlpito (293), la “scriptio continua”, y los criterios hermenéuticos, pues, como afirmaban los padres, lo importante era entender las Escrituras para aplicarlas a la vida (310).

Finalmente, avanza algunas hipótesis plausibles sobre cosas tan corrientes como derechos de autor, tiendas de libros, difusión de las copias por la cuenca del Mediterráneo y una amplia variedad de cuestiones investigadas por nuestro autor o entresacadas de la bibliografía (317 y ss).

José Carlos Martín de la Hoz

Harry Y. Gamble, Libros y lectores en la Iglesia antigua, Ediciones Sígueme, Salamanca 2024, 366 pp.