Controladores y controlados

 

Los ciudadanos de occidente estamos experimentando una sobre actuación y abuso de poder, con limitaciones importantes a la libertad por parte de los estados, de los políticos y de los grupos económicos, tal y como había delineado George Orwell en su inolvidable trabajo “1984”.

El afán desmedido de uniformización y de control se deben a la presencia del pensamiento de Thomas Hobbes entre nosotros, cuando muchos líderes autoritarios de nuestro tiempo señalan como culpable de todos los males a la libertad de los ciudadanos como un peligro real para la paz social y la convivencia.

La compleja situación cultural en la que estamos viviendo ha desarrollado un control exhaustivo por todas partes. Gracias a las cámaras de vigilancia repartidas por la ciudad, al control de las ideas desde el gobierno y sus periódicos, los artilugios para controlar lo que compras, los espacios que visitas, las páginas web que visualizas, los libros que compras y reseñas. Cada vez estamos más fichados y controlados.

Además, tanto el estado como las instituciones controlan que no salgamos de los parámetros establecidos por lo que ya no funciona el sistema de la sana crítica que ha sido sustituida por la expulsión del sistema: el vacío en los presupuestos generales del estado. De hecho, aunque parezca que internet es libertad, en realidad internet es actualmente puro control por parte de las autoridades que saben si has ido al trabajo, si te has salido de tus rutas habituales y si has contestado a los mensajes.

Conviene no engañarse pues, de hecho, la Inteligencia artificial, por el momento no es inteligencia ni ingenuamente artificial, sino capacidad de control y de uniformidad de pensamiento.

Este es el panorama descrito desde la izquierda más desconfiada por parte del politólogo Yascha Mounk (Munich 1982), en un libro que traerá mucha cola pues trata de la identidad y de los efectos de la ideología de género en la sociedad.

La globalización se alcanzará en muy pocos años por la socialización de los medios de producción y la entrega incondicional de las multinacionales y oligarquías a los estados feudales que se estaba convirtiendo en grupos cerrados de familias que, un día fueron utópicos políticos y que hoy son familias que viven de las ubres del Estado.

El problema consiste en que los controladores de opinión, de barrio, de comportamiento, etc., como en Cuba, son a su vez controlados por los ancianos que desean desesperadamente vivir con la pensión y que no van a permitir a los jóvenes ser creativos ni innovadores ni libres pues se mantendrán en sus posiciones ancladas en un pasado que no era mejor sino más o menos igual.

Los revolucionarios de otro tiempo se instalaron en las Instituciones y desde ahí mantienen un estatismo en crisis que sólo llega a cubrir las necesidades de una parte de la población que es la que engaña a la otra parte para vivir de los impuestos de todos pero que llegan a cubrir las necesidades más que las de los de siempre. Es lo que está sucediendo claramente en Cuba, Venezuela y Nicaragua y pronto sucederá en Rusia y China.

José Carlos Martín de la Hoz

Yascha Mounk, La trampa identitaria, Paidós, Barcelona 2024, 424 pp.