El último libro de Trini Puente y Alberto Baselga manifiesta la experiencia de quienes se dedican a cuidar a los que se casan, porque problemillas en nuestra sociedad no faltan y la falta de entendimiento sobre lo que es el matrimonio lleva a situaciones penosas con cierta frecuencia. El ambiente social, la escasa moralidad, el egoísmo frecuente llevan a muchas situaciones límite. Porque si hay algo triste es que el matrimonio se convierta en cosa de dos, pero distantes.
“El matrimonio -nos dicen- es una forma de vivir en pareja, creada para disfrutar y vivir unidos toda la vida. Saber que alguien te elige de por vida es maravilloso. Otras formas de relación no comprometen tanto. Al casarse, una pareja se compromete a amarse, a no dejarse llevar por la pereza o la desgana para mantener vivo ese amor”[1].
Parece elemental, pero el hecho de que en muchas mentalidades no quepa la idea de “toda una vida”, lleva a que el matrimonio no exista; no es lo que la Iglesia nos enseña, lo que la naturaleza misma del hombre y la mujer enseñan. El ambiente materialista en que estamos instalados olvida el espíritu y lleva al yo, al egoísmo. Me caso porque necesito una compañía, que me comprendan, por tener placeres…
Por eso nos advierten los autores de este libro: “Si en vez de amor hay solo compañerismo, aprecio, intereses mutuos, todo esfuerzo se nos hace costoso. El matrimonio se convierte en una cuesta muy empinada. Todo se ve con ojos demasiado ‘objetivos’ y se vive, en vez de una historia de amor, una simple relación entre dos personas”[2]. Si lo pensamos un poco esto ocurre con demasiada frecuencia, y termina en divisiones penosas, en rupturas por cualquier desavenencia.
Ante estas situaciones se insiste en los peligros. No es lo mismo amor que voluntarismo. Algunos piensan que son buenos maridos o buenas esposas porque se mantienen fieles un día y otro, aunque no haya amor, aunque se haya enfriado el primer impulso. Estas circunstancias no tienen nada que ver con el auténtico matrimonio. “Voluntaristas son aquellos que creen que con su sola voluntad van a sacar el matrimonio adelante. Que serán capaces de entregarse de tal forma que harán feliz al otro sin esperar nada.
Eso no es el matrimonio. Será otra cosa, pero matrimonio no, aunque esto se sigue escuchando y recomendando a los que se casan. Ese voluntarista a lo más que llega, y si es que lo consigue, es a engañar al otro y fingir una vida irreal. Es un teatro. Pero en la mayoría de los casos lo que pasa es que el voluntarista se cansa y un día explota y se cree abandonado por todos. Su cónyuge no entiende nada porque creía que todo era real, y resulta que no lo era”[3].
Es útil, en algunos casos urgente, hacer esta consideración. El pensarlo despacio de vez en cuando puede ser ocasión de pensar seriamente si uno es capaz de amar, de salir de su mundo, de pensar en él, en ella, con auténtico amor. Merece la pena.
Ángel Cabrero Ugarte
[1] Trini Puente, Alberto Baselga, Matrimonio para inconformistas, Rialp 2024, p. 26
[2] P. 28
[3] P. 31