Narraba Manuel Fraijó el ambiente de la facultad de Filosofía del “studium generale” de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares en los comienzos de los años sesenta y describía a profesores geniales que “habían roto ya el cerco escolástico” aunque todavía quedaban algunos que exponían casi a hurtadillas lo mejor de los grandes autores escolásticos de otros tiempos.
Es divertido evocar aquellos de transición que ya anticipaban la revolución del 68, también en la docencia de las facultades eclesiásticas, como ha descrito Fernando Sebastián en sus memorias de la Pontificia de Salamanca o Pablo D’Ors del “studium generale” de los claretianos.
Volviendo a Fraijó nos recuerda que ambos planteamientos filosóficos, convivían sabiamente en el mismo claustro, con los mismos alumnos y los mismos profesores, aunque de distintas edades, porque ambas tradiciones de pensamiento se contrastaban a diario con los pensadores de la modernidad pues Alcalá de Henares era un “edificio con ventanas hacia otros horizontes”.
Enseguida añadirá que no había tensiones externamente y todo se realizaba en una exquisita libertad de cátedra: “En la elegancia de aquella Facultad, había sitio para lo añejo y para lo nuevo. Lo que no podía ser incorporado como proyecto de vida se aceptaba como herencia cultural. La filosofía escolástica era para nosotros un capítulo de la historia de la filosofía, una especie de borroso retrato de familia en el que apenas te reconoces, pero que nunca romperías” (33).
Particularmente el profesor Fraijó se detiene en su artículo en la metafísica y especialmente en la antropología filosófica donde nos habla de la persona humana como un “ser tendencial, abierto al amor, la libertad, el lenguaje, la admiración. Era alguien radicalmente inquieto. La metafísica fundamental iba a la caza de esa inquietud” (33).
Eso sí, podría haber dicho, claramente “ser relacional”, pues entonces hubiera entroncado con el personalismo de Juan Pablo II y toda la metafísica inherente a la teología del cuerpo que está sirviendo actualmente como soporte de la formación de los nuevos matrimonios cristianos.
Finalmente, en la descripción de aquellos años de estudio del bienio filosófico terminará por desembocar en su vocación profesional en la que verterá lo mejor de sí mismo: “La metafísica religiosa era la encargada de dar el paso de lo absoluto filosófico a un Dios personal, caracterizado por el amor, el conocer y la libertad. Un Dios, amor originario, creador y destino último de la historia humana. La metafísica religiosa se cerraba con amplios desarrollos sobre el problema del mal, tan omnipresente en casi todos mis escritos” (34).
José Carlos Martín de la Hoz
Javier san Martín y Juan José Sánchez, Pensando la religión. Homenaje a Manuel Fraijó, ediciones Trotta, Madrid 2024, 639 pp.