Vivimos a menudo bajo la creencia de una justicia inmanente y ni siquiera somos conscientes de ello. A raíz de dicha creencia, que se origina en unas relaciones contractuales con Dios, pensamos: «Como Job era bueno, nada terrible podía sucederle» o «Ese hombre ya sufrió una grave enfermedad, no puede llegarle otra peor».