"Hay que meterse en el Evangelio como un personaje más". A la luz de este consejo de san Josemaría Escrivá, Ferdinando Rancan se introduce en sus páginas, como un niño huérfano acogido en el hogar de Nazaret. Con esos ojos de niño, contempla y comparte de cerca los grandes y pequeños sucesos de la Sagrada Familia.