"En Tel Aviv -dice el autor en su prólogo-, hay una calle llamada Esther HaMalka. En una de sus esquinas le di vueltas a un texto sobre la reina Ester… Ella fue la hermosura; después, una más del harén, y, después, otra vez la hermosura. De ahí, de esa doble y, en el amor, milagrosa epifanía, nacieron preguntas que nunca llegué a responder".